Sevilla | athletic · MARCAJE AL HOMBRE

Calcificación a la altura del canguelo

  • Acosta se retrata en la única ocasión del partido · En un uno contra uno nefasto, el argentino les dio la razón a los que decían tras su fichaje que es un delantero sin gol

Cuando este Lautaro Acosta fichó por el Sevilla, expertos en el fútbol argentino puede decirse que llegaron a organizar jornadas de reflexión para analizar que algo estaba cambiando en la relación de mercado entre el fútbol español y el albiceleste. Que se pagaran sumas superiores a los siete u ocho millones de euros por juveniles que sólo habían disfrutado de una temporada en Primera abría muchísimo los ojos a los directivos de aquellos clubes siempre pobres pero siempre mucho más listos que los de aquí en las negociaciones.

Un caso fue el de este pequeño futbolista que había contribuido al histórico título de un equipo menor como Lanús, pero en esos cónclaves de expertos con acento pausado y cantarín que hace unos años sólo escuchábamos en el fútbol y ahora lo tenemos también en películas y series de televisión (ayer ya en forma de comentaristas deportivos en la retransmisión de Canal Plus), también se avisó cuando el Sevilla fichó a Acosta que Monchi se llevaba una gran promesa, pero un delantero sin gol alguno.

Al futbolista se le preguntó cuando llegó y escurrió el bulto con aquello tan manido de las rachas para los delanteros aunque dejando alguna coletilla que reconocía que sí, que siempre tuvo problemas "para convertir" las ocasiones. Dando siempre gracias a Dios, este pequeñito delantero recogió el testigo de Chevantón a la hora de elegir la dirección de sus justificaciones. Trabajar duro, que le respeten las lesiones, no bajar los brazos ante monstruos como Kanoute o Luis Fabiano, aprovechar la mínima ocasión que le den...

Y mira por dónde a Acosta le dieron con la primera en la frente. Vaya por delante que el calvario que ha tenido que pasar con su tobillo no ha sido una ayuda para su rendimiento, pero la verdad de todo es que hoy el sevillista todavía tiene en la retina esa carrera eterna en el minuto cuatro de partido con todo a favor que lo último que puede quedar de Acosta es la de un delantero con chispa y velocidad. Se vio el argentino tras el fallo de uno de los centrales del Athletic en el control con veinte metros por delante y solo ante Iraizoz, pero perdía terreno en cada zancada y el lance parecía ejecutado por Morante mientras parecía ajeno a lo que pasaba a su alrededor. A Acosta se le calcificó la mente y no el tobillo en el momento clave y el Sevilla perdió dos puntos de un valor insospechado en un partido en el que la única ocasión prácticamente estuvo en sus botas. Atemorizado.

Salir en frío como apareció Acosta no debe ser excusa para lo poco o nada que aportó. Jiménez se la jugó al darle la titularidad esperando que Kanoute peinara algún balón que se envenenara con el agua y se pusiera a la espalda de los centrales del Athletic. Pero le falló estrepitosamente la última fase en la cadena de fabricación. Se le nubló la vista, se le calcificó el alma cuando vio tanto campo por delante y se le bloquearon las piernas. Temblores como a Colusso, con la diferencia de que aquél lo dijo. A éste se le vio temblar.

Luego, ya nada podía ser igual. Empezar de cero ya era una empresa imposible. Acosta tenía la jugada metida en la cabeza y siempre se sintió inferior a los defensas del Athletic. En cada encuentro con el balón se perdía en la búsqueda sin complejo alguno de la justificación de la falta -sólo una logró arrancar-, frenó contragolpes, le dio una patada al aire... Un Acosta lejos del que con este rival marcó un gol saliendo de revulsivo.

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