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Competir desde la calidad

  • Sampaoli afronta el reto de encontrar el equilibrio entre la apuesta ofensiva y la seguridad con la mejor plantilla que ha tenido. Hasta el meta fichado está cualificado para el juego raseado.

Es muy pronto para echar las campanas al vuelo o para teñirse del oscuro velo del pesimismo. Ni el subidón espectacular ante el Espanyol ni la depresión decepcionante de El Madrigal. Igual que los sevillistas que contemplan a su equipo entre la ilusión y la incertidumbre, Jorge Sampaoli debe encontrar el equilibrio entre las dos versiones mostradas para ser competitivo. De momento, lo único claro es que el revolucionario cambio de plantilla ha tenido como denominador común la calidad. Quizá sea la mejor plantilla que ha tenido Sampaoli, incluyendo a la selección chilena. Once han sido fichajes del Sevilla y casi todos responden al perfil de futbolista técnico, de clase, con dos paradigmas de esa cualidad tan cara como Ganso y Nasri, mascarones de proa de la nueva apuesta y también máximos exponentes de la incertidumbre sobre la competitividad en el campo.

Exceptuando a Mercado, un futbolista de corte más físico y aguerrido, hasta Kranevitter puede ser incluido en ese perfil de jugador técnico. Ya lo era en River Plate cuando jugaba de volante y destacaba por su buen toque antes de retranquear su posición a la de medio de cierre, la de cinco argentino. Franco Vázquez, Kiyotake, Sarabia, Vietto, Correa, Ben Yedder... Hasta el meta Sirigu ha llegado por destacar, entre otras cualidades más propias de su función, por su capacidad para rasear el balón e iniciar el juego. Monchi ha puesto en las manos de Sampaoli un grupo de futbolistas. Y ahora le toca al técnico encajar las piezas, convencer a sus jugadores de que la apuesta por el buen trato al balón es irrenunciable y conseguir convertir en un equipo que se comporte como tal ese grupo humano. Hacerlo competitivo, siempre desde la calidad.

La concepción del fútbol como un juego colectivo está detrás de este reto. Jugadores de elevado caché y contrastada calidad, como Llorente o Konoplyanka, se quedaron fuera de la nueva empresa precisamente por su tendencia individualista y su falta de encaje en esa concepción grupal de este deporte. En cambio, la continuidad de otros futbolistas como Mariano, Pareja, Rami, Escudero, Tremoulinas, N'Zonzi, Vitolo... y hasta Iborra en su recuperado rol de medio centro que aúna físico y técnica refuerzan esa idea de que el nuevo Sevilla dejó atrás el fútbol directo, más físico y pragmático, dependiente de un faro definido como Banega o del recurso a un pivote adelantado como Iborra, para reinventarse con una nueva faz más dinámica, combinativa, hasta preciosista que construye su identidad de área a área, desde el guardameta hasta el delantero centro.

Con la triangulación, sobre la conducción individual, como una de las piedras angulares, es evidente que el proceso requiere tiempo. No es fácil que una apuesta por un fútbol que pretende la comunicación entre los individuos para que construyan como un solo arquitecto dé frutos a la primera. Y en este sentido ya es positivo que ese aprendizaje, ese conocimiento mutuo, se haya dado puntuando en las dos primeras citas ligueras.

En El Madrigal surgieron las primeras dudas. El rival también juega y cuando el Villarreal, un equipo ya madurado en años precedentes, presionó en bloque en posiciones adelantadas, al Sevilla le costó un mundo reconocerse. El hostigamiento a N'Zonzi, Rami y Pareja impidió la continuidad del fútbol que pretende Sampaoli y la consecuencia fue un Sevilla romo, absolutamente contradictorio con el vertical y profundo que se exhibió ante el Espanyol.

La lógica incertidumbre atañe también a la necesidad de dotar de seguridad a esa apuesta ofensiva sin restarle llegada. Una cuestión de equilibrio en la que también debe trabajar Sampaoli, tan elogiado por su espectacular debut liguero en lo ofensivo como criticado por la vulnerabilidad de su escuálido sistema defensivo. Y atañe a su vez al encaje de dos futbolistas supertécnicos como Ganso y Nasri, que aún no han debutado en la Liga y que están llamados a darle una vuelta de tuerca más a la apuesta en la calidad, a cohesionar todo el entramado. El primero por su presunta falta de ritmo; el segundo por su carácter díscolo. El parón les ha venido muy bien a ambos... y a Sampaoli. El sábado, ante Las Palmas, espera la tercera piedra de toque.

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