Distinto nudo, el mismo desenlace (1-0)
El derbi sevillano · La crónica
El Sevilla se anota un derbi muchísimo más igualado gracias a un gol de Mercado con la espalda en una acción a balón parado. El Betis tiene derecho a lamentar la anulación de un gol a Álex Alegría en posición legal.
El derbi oficial número 125 de los disputados por los dos equipos sevillanos de fútbol no tuvo nada que ver con los últimos que se han litigado en el Ramón Sánchez-Pizjuán. El nudo de la representación deportiva fue más igualado, ningún equipo mandó de manera absolutista sobre el rival, como habían hecho los locales en los precedentes más inmediatos, pero el desenlace de la obra sí fue exactamente igual en lo que tiene que ver con el resultado. El Sevilla, aunque de manera más apretada, adicionó los tres puntos a su casillero clasificatorio y eso ya no lo podrá alterar nadie con el balón por medio, pues Estrada Fernández silbó tres veces por última vez cerca de las doce de la noche y a partir de ese momento todo se traslada a la discusión de los aficionados, ya sea en los bares, en los puestos de trabajo o, como ahora se prefiere, en las redes sociales.
Es cierto que el Betis puede quejarse con toda justicia del gol que le anularon a Álex Alegría, que fue perfectamente legal al partir Rubén Castro por detrás de la línea defensiva sevillista, pero inmediatamente desde el bando contrario se acudirá al argumento de que abrazar al rival dentro del área en los lanzamientos a balón parado está penalizado también con penalti. Unos se lamentan de unas cosas y los adversarios apelarán a las otras, pero lo cierto es que el único que introdujo el balón entre los tres palos, con la anuencia de Estrada Fernández claro, fue el sevillista Mercado. Lo hizo, además, con la espalda y después de sufrir un nuevo agarrón en las cercanías de Adán, aunque en esta ocasión no tuvo tiempo de rodearlo con sus brazos Bruno, entre otras cosas porque el argentino llegaba corriendo desde un lateral para buscar el balón puesto por Nasri en el corazón del área pequeña.
Así, con tan poquita cosa, el Sevilla se anotaba un nuevo triunfo y dejaba al Betis con la miel en los labios pese a su tremendo trabajo. Porque al cuadro de Poyet no se le puede achacar esta vez ningún tipo de desidia. Fue todo lo contrario, corrió y corrió sin cesar, pero también es cierto que se olvidó de mirar a Sergio Rico hasta que ya estuvo por debajo en el marcador. Ése fue el lunar en la actuación de los forasteros y por eso fue penalizado.
La declaración de intenciones del Betis tuvo lugar cuando no se había cumplido siquiera el primer minuto. Petros, el vértice del triángulo de centrocampistas, le entraba duro a Iborra en una banda y veía la tarjeta amarilla. Ya estaba claro que al Sánchez-Pizjuán no habían llegado unas monjitas a repartir estampas de santos, algo que es lo natural en el fútbol por supuesto. Sampaoli, mientras, había dispuesto a los suyos con la intención de dominar el centro del campo a través de jugadores más técnicos, pero siempre con la precaución de acompañar a N'Zonzi con Iborra en un doble pivote. Y el Sevilla se veía muy ahogado a la hora de tratar de sacar el balón jugado desde atrás, ya que las líneas de pase estaban bien tapadas y ni Franco Vázquez, sobre todo, ni Nasri podían recibir con facilidad en el centro del campo. El recurso, fácil, era mandar el balón hacia atrás para que Sergio Rico pegara el pelotazo y tratar de evitar de esa forma la presión bética.
Ahí comienza la presentación y el resultado es una primera mitad sin un dueño claro, con muchas interrupciones en ciertas fases y hasta con un árbitro que llegó a perder los papeles en el reparto de las tarjetas, ya que en su afán de equilibrar el número lo que hacía era encrespar aún más los ánimos de unos y otros. Para cualquier espectador neutral, no para quienes tuercen por unos u otros, era un partido tremendamente aburrido, malo si se apura con un fútbol carente de sentido en muchos casos. En este sentido, apúntese la diferencia de que Poyet ya había advertido que era lo que quería más o menos, mientras que Sampaoli seguía con un discurso previo sobre un juego ofensivo que tampoco fue tal.
Sin embargo, el entrenador sevillista sí iba a tomar en el descanso una decisión que el discurrir del juego pedía a gritos y que sería decisiva en el arranque del segundo acto. Vitolo se fue a la banda izquierda, a su sitio natural por mucho que ahora quieran hacer ver lo contrario tras su consagración con la selección, y Mariano ganaba muchísimo terreno por el carril derecho para atacar casi por primera vez en todo el partido. Por ahí se decantaría el choque a favor de los sevillistas. Mercado ya avisó al cabecear un córner y su equipo transmitió, por primera vez, ser el dueño de las operaciones. Y en esa fase de acoso local, ante un Betis desbordado entonces, llegó el único tanto que subió al marcador. Falta muy bien puesta por Nasri y ligero toque con la espalda de Mercado para sorprender a Adán.
El Sevilla estaba por delante y, en teoría, ahora sí iba a tener metros para hallar espacios. Pero no, fue el Betis el que comenzó a apretar para tratar de igualar la contienda. Si la solución de Vitolo era buena para los blancos a la hora de atacar, cuando les tocó defender sí hicieron sangre por ahí a Mariano la dupla integrada por Durmisi y Rubén Castro. Así llegó el gol que debió igualar la contienda de haber funcionado el ojo humano como el denominado líbero de la televisión.
Álex Alegría marcó y el auxiliar lo invalidó en la más clara ocasión del Betis para haber salvado un punto. A partir de ese momento los hombres de Poyet lo intentaban todo, pero se toparon con un Sevilla tremendamente ordenado, sobre todo tras salir Kranevitter. Sampaoli sí supo tirar a los suyos atrás, como deben hacer todos los entrenadores, y el brío que metía Poyet desde la banda sólo se quedaba en un latigazo lejano de Rubén Castro que desvió Sergio Rico. ¿Hubiera sido más justo un empate? Sí, sin duda, pero en el acta arbitral teclearon un uno a cero y así quedó registrado para la posteridad el derbi número 125. Tiempo para hablar, discutir o lo que cada uno estime conveniente.
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