El modelo de la futura Semana Santa

El Fiscal

Podemos dejarle a las siguientes generaciones una Semana Santa peor de la que recibimos: desaforada, epidérmica y reventada

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Azahar en el barrio de Nervión.
Azahar en el barrio de Nervión. / M. G.

09 de marzo 2025 - 04:00

Dice el señor arzobispo que no hay tantas procesiones extraordinarias. A lo mejor estamos todos metidos en el bucle de la Sevilla de los excesos. Tal vez los árboles no nos dejan ver el bosque. Los excesos se producen en todos los ámbitos. Vivimos en una ciudad donde salen muchos pasos a la calle. Y no sólo pasos, sino imágenes sagradas en coches y vehículos especiales. Pero también hay cientos de personas que hacen cola para comprar galletas en la calle San Eloy. Galletas, sí. ¿Por qué? Porque se ponen de moda y se crea la frenética necesidad de estar en el rebaño. Se trata de estar. Ocurre con los restaurantes de moda. Da igual que la cocina sea de calidad media, el servicio de los camareros con pinganillo resulte muy mejorable y haya usted esperado un mes para que le den una mesa en la que solo puede estar hora y media. Repetimos: se trata de estar. Y de contarlo. La clave no es tener criterio, es participar. Extrapolen eso a la Semana Santa, de límites inabarcables en muchos aspectos. Nos repiten que los días tienen las horas que tienen. Que no caben más cofradías. ¡Pero ese argumento es viejo y está más que superado desde hace años! Hace tiempo que las nuevas cofradías o asociaciones no necesitan de los días santos para salir con toda la parafernalia. Se fueron a las vísperas y se extendieron por toda la cuaresma. Miren el éxito de la Abnegación. Y ya el terreno se ha ampliado a barrios lejanos... y hasta a Roma. Sin olvidar otras ciudades españolas en las que ya se anuncia la llegada de imágenes sagradas de Sevilla. No es ya qué Semana Santa queremos en los próximos años, como advierte el actual hermano mayor del Silencio, sino cómo se deben enfocar las manifestaciones de piedad popular, antes denominadas religiosidad popular.

El crecimiento no es de horarios e itinerarios. Es de concepto. Creció el fútbol, que antaño se reducía a los domingos. Y ahora hay torneos que se juegan en diferentes naciones. O comienzan y desarrollan en un país y se deja la final para otro. Estamos quizás asistiendo a la globalización desenfrenada de la Semana Santa. Esto no es ya de quién pasa antes por la carrera oficial, ni se reduce a la Madrugada. Esto no consiste solamente en las vallas, los bares o el consumo de alcohol en la calle. Esto hace tiempo que es mucho más que el Cecop, el número de nazarenos, los protocolos de la lluvia, la protección de los menores, etcétera.

Esto es un verdadero estallido inimaginable hace diez años. Probablemente, estamos asistiendo a una decadencia en todo su significado, una suerte de antesala de la muerte por éxito si no se toman medidas. Quizás la autoridad eclesiástica se vea más pronto que tarde obligada a imponer la mesura porque es imposible mantener la calidad con tanta cantidad. Y el riesgo de que se impongan visiones laicistas sobre la religiosidad popular es muy elevado. La participación por la participación no es buena en sí misma. Es palmaria la competición (sorda) por quién llega más lejos con las misiones, quién es capaz del triple salto mortal con tirabuzón haciendo algo todavía más extraordinario y quién desnuda más la Semana Santa en un plató. La procesión fuera de Semana Santa está tan normalizada que ya nos parece poco. Quizás tenemos demasiado dinero y se nos ocurren todas las novelerías posibles. Los bancos, la Junta de Andalucía, las fundaciones... Siempre es rentable costear las ocurrencias de unas cofradías con recursos (algunas ricas) y apoyadas por el poder institucional. La piedad es popular. Y todo lo popular interesa ya sea por objetivos políticos o de marca.

La Semana Santa es una rosa delicada que necesita cuidado diario, amor y delicadeza. Y el concepto de Semana Santa engloba todo el año. ¿Alguien se está planteando si la fiesta más hermosa de la ciudad está siendo directamente maltratada sin que muchos de sus responsables se den cuenta? En tiempos de aforos sufrimos una Semana Santa desaforada. No hay mala fe, tal vez no se miden los efectos. En su día escribimos que la Magna debía salir bien porque la ciudad estaba en juego. No es que nos convenciera la iniciativa, pero un criterio de responsabilidad nos hizo sumarnos al llamamiento para tensionar a las autoridades para que fueran cautas y estuvieran vigilantes. Fue un éxito al que acompañó la belleza de la retransmisión de la televisión pública andaluza. Pero no convendría tocar la rosa en exceso. Podemos dejarle a las siguientes generaciones una Semana Santa peor de la que recibimos. Desaforada, epidérmica y reventada. Reflexionen porque todo se ha disparado en muy pocos años. Y disfruten, que ya hay azahar en los naranjos del centro y en los barrios.

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