La retransmisión de la vida cotidiana
El Fiscal
La firma del contrato con una nueva banda de música parece la de la adhesión de España a la OTAN
Los mejores detalles de las cofradías
El cuento de la profesionalización
Se abre el telón morado. Aparecen dos señores sentados ante una mesa vestida con un paño de damasco rojo. Sobre ella hay dos candeleros, un crucifijo y unos documentos listos para ser firmados por los dos protagonistas. Todo resulta muy solemne, muy formal, muy cuidado. De pie se encuentra un señor que amablemente se hace cargo de ceder los papeles a uno y otros personajes para que sean firmados. Suenan los disparos de una cámara de fotos, alguien pide que se den un apretón de manos, que sonrían y que, por favor, se aparte el que ejerce de ceremoniero. ¿Es la rúbrica del tratado de adhesión de España a la OTAN? No. ¿La firma del ingreso en la Unión Europea? Tampoco. ¿Acaso una nueva edición del Pacto de las Pensiones? Nanai. Es la sala noble de una casa de hermandad de barrio donde se acaba de contratar una nueva banda de música para el paso de misterio. Los firmantes son el hermano mayor, que a duras penas aguanta la corbata con estos calores, y el director de los músicos. La foto con la 'noticia' saldrá en todas las redes sociales y se remitirá a todos los medios de comunicación en un correo electrónico marcado con alerta roja. Se encenderá cierto público que no entenderá qué ha hecho mal la banda anterior. La formación cesada dará su explicación de lo ocurrido, agradecerá la confianza de la que ha gozado durante años y en algún párrafo dejará algún dardo para mostrar su molestia. Algo así como la "incomprensión sufrida", "la falta de diálogo" o "la imposición de composiciones que no eran del estilo de la banda". El anuncio de una contratación suele generar un comunicado de respuesta de los afectados. Aquí el que no emite un comunicado no es nadie.
Esta secuencia es válida para la firma de convenios con entidades bancarias que ofrecen condiciones ventajosas para los hermanos, consultorías fiscales y otras entidades. Por supuesto, la misma liturgia de la foto solemne sirve para el anuncio de un nuevo capataz, que ya sabemos que ciertos cambios son para el verano, como las bicicletas. Nunca deben faltar ni la sonrisa ni la tiradora de lino del hermano mayor, ni la guayabera del flamante capataz. Acto seguido, la misma secuencia de críticas, censuras y felicitaciones en las redes sociales. La Semana Santa del siglo XXI está en manos de la autoridad civil, los músicos y los capataces. Los cambios en el martillo se viven como los despidos de un entrenador de fútbol. ¡Todo es pasión! Y el cesado puede que acepte la invitación a un programa de televisión para dar su opinión, mostrar su extrañeza, dejar igualmente algún dardo para la junta de gobierno y, cómo no, dar la enhorabuena al nuevo. De revestirse con la túnica, tururú. Nunca se sabe si puede caer una nueva cofradía en la jornada en la que se ha quedado libre. ¡Se abre el mercado de fichajes! La futbolización de las cofradías se hace patente en los anuncios de los cambios al frente de las cuadrillas y en los pitos que se llevan algunas cofradías porque sus pasos dan chicotás sin música. "¡Tenemos derecho al espectáculo!", parece gritar la masa. El público ruge porque quiere tachiro, plumerío, el serrucho, el costero a costero y conocer in situ el nuevo estilo del capataz. ¿Todavía se preguntan algunos por qué tienen tanto protagonismo los elementos supuestamente secundarios? Pregunten en tantas hermandades que emiten comunicados, envían fotos oficiales y hasta notas biográficas de los designados, elegidos o nombrados.
Hemos presenciado recientemente hasta una manifestación a la puerta de un templo, una suerte de marcha verde. Estamos a un paso de que haya debates electorales antes de determinados cabildos. ¡Y ya tenemos un observatorio de la piedad popular! Los tiempos cambian. Y no todo es para mal, ni mucho menos. Pero hay algunas cosas que más que excesos son directamente despropósitos. No, el periodismo de cofradías no consistía en sublimar lo secundario y analizar situaciones como si fuera la ejecutiva de un partido político, sino en la aplicación de criterios periodísticos (interés general) a la información sobre el mundo de las hermandades. Se está desbarrando por todos lados. No se trata ya de información, sino de consumo. Por eso hay que emitir comunicados absurdos, que no falte el alpiste de los pájaros. La vida cotidiana no es que sea noticia, es que es materia para el análisis. ¡Ostras, Pedrín!
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