Rebajan la condena de un ladrón porque intentó suicidarse tres veces en media hora dentro de una celda en Sevilla

El caco trató de ahorcarse con los calcetines y con una camiseta y se dio cabezazos contra la pared: los jueces entienden que esa es la prueba de que tenía el mono y le dan la atenuante de drogadicción

El abogado no aportó ni una prueba de la drogodependencia de su cliente, pero a la Audiencia de Sevilla le basta con el atestado y las cámaras de los calabozos para quitarle nueve meses de cárcel

La banca no siempre gana

El ladrón intentó quitarse la vida cuando fue encerrado en una celda después de ser arrestado. / Mario Guzmán (Efe)

La Audiencia de Sevilla ha restado nueve meses de cárcel a un ladrón que fue condenado por asaltar un almacén de Renfe y ha dejado la condena en un año y nueve meses, frente a los dos años y medio iniciales. El caso no parece gran cosa hasta que se analiza el motivo de la rebaja: tras ser detenido y encerrado en una celda, el hombre trató de quitarse la vida tres veces en un lapso de media hora. Los jueces no le suavizan la pena por pena, valga la redundancia, sino porque creen que esos intentos son una clara prueba de que tenía el mono y sufría “una disminución de relevancia de sus facultades” fruto de su intoxicación, de ahí que le concedan el beneficio de la atenuante de drogadicción.

El asunto fue enjuiciado por el Juzgado de lo Penal número 15. Su sentencia relataba que el 26 de mayo de 2025, sobre las cuatro de la tarde, “el acusado saltó el muro perimetral de más de dos metros que rodea el antiguo Pabellón Postal, propiedad de ADIF”. Ya dentro accedió a una nave “con la finalidad de sustraer los objetos que había en su interior (cobre, material eléctrico, cámaras de circuitos cerrados de grabación..)”, pero “no consiguió su propósito al ser sorprendido por los dos vigilantes de seguridad”. El amigo de lo ajeno “fue acorralado”, así que “para favorecer su huida sacó un cuchillo con la intención de intimidar a uno de los vigilantes”. Por suerte no llegó a causarle herida alguna.

La defensa presentó un recurso contra esa sentencia y la Sección Primera lo estima en parte. La Audiencia respeta el relato de hechos probados pero añade que el caco “era consumidor de sustancia estupefaciente, lo que limitaba levemente sus facultades volitivas, tendentes a procurarse nuevos consumos”. Esa frase lleva a la atenuante y a la reducción de la condena por un delito de tentativa de robo con intimidación agravado con el uso de armas para proteger la huida.

Lo curioso del caso es que la defensa no presentó ni una sola prueba de que su cliente era adicto. “No ha aportado documentación médica, asistencial o de otro tipo que confirme la drogodependencia, su sometimiento a tratamiento o el grado de influencia que aquella coyuntura pudiera tener en la acción imputada”, dice la Audiencia. Al ladrón y a su letrado les tocó la lotería gracias a las cámaras de seguridad de los calabozos y al atestado de la Policía Nacional, que “refiere un episodio de síndrome de abstinencia [...] que no se puede orillar”.

Ese atestado refleja que el arrestado llegó a la comisaría sobre las 18.30 horas. Al cachearlo, los agentes hallaron entre su ropa “un papel de plata pequeño” que fue “desechado a la basura”. El detenido les advirtió de que dentro había “una pequeña dosis de droga”. “Dejadme consumirla’”, imploró. No le hicieron caso y fue trasladado a la celda.

El primer intento de suicidio fue grabado a las 18.55 horas. Así lo contó el atestado: “Se observa cómo el detenido ha manipulado algo con las manos y está anudándolo, por lo que [los funcionarios] se acercan rápidamente a la celda y comprueban que son los calcetines. Se los ha quitado y anudado fuertemente alrededor del cuello con intenciones autolíticas, por lo que proceden a sujetarlo y cortar el nudo con unas tijeras”.

El segundo intento fue a las 19.20: “Se observa de nuevo cómo el detenido ha vuelto a manipular algo [...] y está anudándolo, por lo que de nuevo se acercan rápidamente a la celda y comprueban que es la camiseta. Se la ha quitado y se la ha anudado fuertemente alrededor del cuello con claras intenciones autolíticas, por lo que proceden a sujetarlo y cortar el nudo con unas tijeras. También proceden al engrilletamiento [le pusieron las esposas] por su seguridad”.

Y como no hay dos sin tres, a las 19.25 horas quedó registrado cómo el preso empezó a “autolesionarse [...] realizando golpes de su cabeza contra la pared”. Los agentes acudieron con presteza y le pidieron que parase. El reo accedió mientras decía “soy toxicómano y tengo mucho mono”.

Tras releer el informe policial, la Audiencia considera que “las circunstancias descritas en el atestado [...] son compatibles con una disminución de relevancia de sus facultades volitivas”, lo que conduce a “la apreciación de la atenuante [...] de actuar el culpable a causa de su grave adicción” a sustancias tóxicas.

El “juego de la atenuante”, que así lo llama la Sección Primera, “conlleva [...] que la pena deba fijarse en su mitad inferior”. La horquilla para una tentativa de robo con intimidación y uso de arma va desde un año y nueve meses de prisión a tres años y seis meses menos un día. Gracias a la atenuante, la Sala fija la pena en “su estricto límite inferior”. Es decir, un año y nueve meses.

No a la absolución

El recurso de la defensa tuvo éxito respecto a la drogadicción pero fracasó en su principal objetivo, que era lograr la absolución. El acusado, cómo no, “negó su participación en los hechos” y aseguró que sólo iba al edificio “para dormir”, así que su abogado alegó que había sido condenado sin pruebas. La Sección Primera asume que el abogado intenta “de forma lógica” rebatir al juez de lo Penal y “sustituir el análisis imparcial y fundado de la sentencia por su valoración propia”, pero “sin éxito” porque el primer magistrado “despliega una argumentación suficiente e individualizada” para confirmar que el acusado “actuó con intención de apoderarse de efectos y no sólo con la intención de dormir”.

La clave de la condena es el testimonio de los vigilantes. “Manifestaron cómo vieron al acusado saltar el muro perimetral; cómo se encontraba en el interior de la nave, que están seguros de que se encontraba sellada porque habían hecho rondas previas; y cómo era imposible que llevara un mes viviendo allí, ya que en las rondas no lo vieron ni ellos ni sus compañeros”, refiere la Audiencia. También contaron que “en la zona donde estaba el acusado había restos de cobre, chatarra, aluminio...” y “atestiguaron que tenía una clara intención de sustraerlo”. En cuanto al arma, “ambos, sin contradicciones y de forma tajante, declararon cómo lo vieron amenazarlos con un cuchillo”.

Estos “indicios de tal contundencia” llevan a la Audiencia a concluir “sin esfuerzo” que el procesado tenía “la intención de apoderarse de efectos del interior de la nave”.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último