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"Estuvimos ocho años encadenados"

  • Los diez militares y policías liberados por las FARC rememoran los continuos malos tratos de sus captores, una fuga en la selva y que siempre guardaron el temor a una intervención militar

Los diez militares y policías colombianos que fueron liberados el lunes por las FARC relataron ayer el maltrato al que fueron sometidos durante su largo cautiverio, encadenados durante años, y dieron cuenta de un fallido intento de fuga que por poco les cuesta la vida a algunos de ellos.

"Todos los días nuestras vidas corrían peligro", afirmó el policía Wilson Rojas Medina en una conferencia con la prensa en Bogotá, adonde se encuentra desde el lunes por la noche junto con los demás uniformados liberados.

Rojas, intendente jefe (suboficial) de la Policía Nacional, resumió así los peligros que los ahora ex rehenes debieron afrontar durante el tiempo que estuvieron en manos de las FARC, algunos hasta más de 14 años, ya que todos ellos fueron hechos cautivos entre 1998 y 1999 en distintas regiones de Colombia.

"Era un peligro diario", apuntó el intendente, quien en alguna ocasión se salvó junto con otros tres secuestrados de morir víctima de un rayo, descarga que mató al guerrillero que hacía de carcelero.

Pero además, estos militares y policías afrontaron amenazas y maltrato y, paradójicamente, el asedio de las fuerzas de seguridad, que nunca descartaron la posibilidad del rescate. "Estuvimos encadenados por largos ocho años y yo creo que, es más, encadenados por parejas, las 24 horas del día, en ocasiones estuvimos encadenados de los pies y, en ocasiones, de las manos", denunció Luis Alberto Arcia, sargento del Ejército Nacional, también a los periodistas.

Arcia, que estuvo más de 14 años cautivo, observó que las FARC siempre estuvieron expectantes ante una posible operación de rescate militar, caso en el que no iban a permitir que los cautivos salieran con vida.

Sin embargo, una de las peores experiencias la vivieron los policías Jorge Trujillo Solarte y José Libardo Forero, quienes una noche lluviosa huyeron de los rebeldes y lograron permanecer fugados durante un mes.

"Ese día renunciamos a la vida, había que salir, vivir o morir, y salimos", dijo Solarte, mientras que su compañero Forero apuntó: "Pedía a Dios que me diera algo para iluminar y apareció una luciérnaga; el Señor nos había indicado y a partir de ahí sobrevivimos con siete paquetes de galletas y dos arepas". El cautiverio también tuvo sus paradojas, como lo expuso el intendente jefe de la Policía Wilson Rojas Medina: "Sentir el asedio de las tropas cuando uno pertenece a las instituciones, sentir el asedio de los aviones y tener que huir. Es algo demasiado duro".

Los seis policías liberados se mostraron dispuesto a seguir en el servicio activo, después de que se emitieran sendos partes médicos por los hospitales de la Policía y el Ejército sobre la salud de los liberados. En ambos informes se estableció que los uniformados están "estables" y presentan "buenas condiciones generales y mentales".

Algunos padecieron paludismo y leishmaniasis, ambas enfermedades tropicales comunes, mientras que otros perdieron peso y contrajeron males digestivos, según los mismos informes, que indicaron que varios uniformados deben recibir asistencia en salud mental.

Sobre los militares, la subdirectora del Hospital Militar, la coronel Clara Galvis, detalló que "están en su fase de adaptación, (pues) vienen de un estrés de muchos años, de estar fuera de su realidad, de su familia".

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