Opinión / Sueños Esféricos
Juan Antonio Solís
Entre Robin Hood y el Quijote
Piensen en alguna historia sobre una mujer fatal. A menudo, es el personaje masculino el que la describe, el que condiciona el enfoque del retrato. Cansada de esta situación, la escritora Mercedes Castro ha decidido subvertir los estereotipos en su nueva novela, Mantis (Alfaguara), la peripecia de una devoradora de hombres "contada por ella misma". Teresa, la protagonista, es una chef de éxito que, tras un largo historial de conquistas, no puede cambiar su sino. Se contempla a sí misma como la "última representante de una raza, una bestia hambrienta que busca saciar su ego y su alma para colmar el vacío que siente". La autora la percibe como una víctima de su propia voracidad, alguien que sigue, no obstante, "el código ético de los monstruos" y que "nunca va de caza, son ellos los que la buscan". Sus acciones están descritas desde la sugerencia, para potenciar "el suspense" y que quede "la intriga de qué está haciendo ella realmente".
Castro, que admite ser "muy juguetona" en su interés por reescribir los géneros, se acerca a esta figura a través de una narración compleja en la que se advierte la influencia de la novela gótica y abundan las referencias a los cuentos infantiles. En su relectura, la novelista introduce a una princesa atípica, una bruja insensible, una casa encantada y unos caballeros perdidos. Y, como en los cuentos, "en los que lo gastronómico juega un papel destacado", la comida tiene un peso notable en la acción.
La autora "quería situar a una mujer en un mundo de hombres" como es la alta cocina, un "mundo de apariencias" del que ofrece "una crítica con mucha ironía". No en vano, Castro es gallega, confiesa que "para nosotros la cocina es coger un centollo y ponerlo a cocer" y muestra su perplejidad ante un contexto aparatoso en el que "uno no sabe a qué se enfrenta" y se pregunta si esos grandes autores "que salen anunciando yogures" son "creadores o nos están tomando el pelo". Lo interesante de esta incertidumbre, de estas injerencias del mercado en el arte, es que "son extrapolables ahora a la literatura y a la música. Una canción puede ser magnífica, pero pasa desapercibida si no le respalda ningún buen padrino. Y con los libros puede pasar lo mismo". Gracias a su protagonista, experta en reinterpretar el recetario clásico, Castro se ha sumergido con pasión en antiguas publicaciones como la enciclopedia de la marquesa de Parabere, en cuyas páginas ha descubierto "una manera de hablar maravillosa", y ha ideado algunas recetas que, si bien no ha puesto en práctica, sí se ha preocupado de que "se sostuvieran y pueda hacerlas quien esté interesado".
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