"No tener amigos de la infancia no es ni malo ni bueno; es evolución", explica esta psicóloga

Las relaciones más fuertes se forman en la edad adulta porque las personas con las que nos relacionamos tienen más vínculos en común con nosotros

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Amigos de la infancia
Amigos de la infancia / Freepik

Cuando se llega a la edad adulta, muchas personas sienten presión por no conservar a los amigos de la infancia e, incluso, lo ven como algo negativo y una situación que deben trabajar en terapia porque se culpan a ellos mismos por la situación. La psicóloga Cristina Aldea lo interpreta como un signo de evolución y así es cómo lo explica en sus redes sociales.

Desde la psicología, no se interpreta como algo casual ni como una simple cuestión de suerte, sino como el resultado de una combinación compleja de factores individuales, familiares, sociales y contextuales. Tener amigos desde edades tempranas cumple una función importante en el desarrollo emocional y social, pero no mantenerlos en la adultez no se considera necesariamente algo negativo o problemático.

Los psicólogos explican que las amistades de la infancia suelen surgir en un entorno muy específico: la escuela, el vecindario o actividades compartidas, donde la cercanía física y la repetición del contacto facilitan el vínculo. En estas etapas, los niños aún están formando su identidad, por lo que las amistades se basan más en el juego, la afinidad inmediata y la disponibilidad que en valores profundos o intereses duraderos. Por esta razón, muchas de estas relaciones se diluyen con el paso del tiempo, cuando las circunstancias cambian.

Uno de los factores clave que influye en la permanencia de los amigos de la infancia es la estabilidad del entorno. Los psicólogos señalan que las personas que crecieron en contextos familiares estables, sin mudanzas frecuentes ni cambios bruscos de escuela, tienen más probabilidades de conservar amistades a largo plazo. En cambio, quienes vivieron traslados constantes, separaciones familiares o cambios significativos en su entorno social suelen experimentar rupturas naturales en sus vínculos tempranos, sin que esto refleje una dificultad personal para relacionarse.

La personalidad también juega un papel fundamental. Desde la psicología de la personalidad se observa que las personas más extrovertidas tienden a formar muchos vínculos, pero no siempre profundos, mientras que las personas más introvertidas suelen establecer menos amistades, aunque más intensas. En ambos casos, conservar amigos de la infancia dependerá de cuánto esas relaciones se adapten a los cambios personales. A veces, el crecimiento individual lleva a caminos distintos que hacen difícil mantener la conexión inicial.

Otro aspecto importante es el desarrollo de la identidad. Durante la adolescencia y la adultez temprana, las personas redefinen quiénes son, qué valores tienen y qué esperan de los demás. Los psicólogos explican que, cuando los amigos de la infancia no evolucionan en una dirección compatible, puede surgir una distancia emocional. Esto no implica rechazo ni fracaso, sino una reconfiguración natural de las relaciones acorde al desarrollo psicológico.

Desde la psicología social, también se destaca la influencia del contexto cultural. En algunas culturas, mantener amistades de toda la vida es un valor muy apreciado, mientras que en otras se prioriza la adaptabilidad y la creación de nuevos vínculos en distintas etapas. Esto influye en cómo las personas perciben el hecho de haber perdido contacto con amigos de la infancia: para algunos puede generar nostalgia o culpa, mientras que para otros resulta algo completamente normal.

No tener amigos de la infancia tampoco se asocia automáticamente con soledad o dificultades sociales en la adultez. Los psicólogos aclaran que la calidad de las relaciones actuales es más relevante que su antigüedad. Muchas personas desarrollan vínculos significativos en la universidad, el trabajo o en intereses compartidos más adelante en la vida, cuando su identidad está más definida y pueden elegir relaciones más acordes a sus necesidades emocionales.

Además, la psicología destaca que idealizar las amistades de la infancia puede ser engañoso. La memoria tiende a romantizar el pasado, olvidando conflictos, diferencias o dinámicas poco saludables. En algunos casos, mantener una amistad solo por la historia compartida puede resultar emocionalmente insatisfactorio si ya no existe un apoyo mutuo real. "Realmente tener o no tener amigos de toda la vida no es ni malo ni bueno, es evolución. Si tú evolucionas a la par que esas personas, estupendo, somos amigos para siempre. Si tú has evolucionado de una forma diferente, si seguís juntos y teniendo relaciones, porque sois todos más falsos que juntos", explica Cristina Aldea.

Referencias bibliográficas:

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