Pablo Alborán en Sevilla: cadencia de la emoción
Pablo Alborán | Noches de la Maestranza
Más de 7000 personas arroparon al artista malagueño en el último concierto del ciclo “Noches de la Maestranza”
Las imágenes del concierto de Pablo Alborán en la Maestranza de Sevilla
No había empezado el concierto y miles de personas ya coreaban el nombre de Pablo Alborán en la plaza de toros de Sevilla. Se apagaron las luces del escenario. Se estaba haciendo de noche. Pero en el público hubo algo de amanecida. De despertar. Porque sonaron en este momento los primeros acordes de “Carretera y manta”. La voz del artista malagueño comenzó a emerger entre la oscuridad del escenario. Una voz que alumbraba. Alumbraba la celebración del último concierto en el ciclo “Noches de la Maestranza”.
“¡Cómo baila Sevilla!”, dijo Pablo Alborán, quien visitó la ciudad con su gira La cuarta hoja. Primeros minutos de la actuación y la tónica era la de una fiesta en sus momentos de esplendor. Con Tabú, por ejemplo. O con cualquier palabra que pronunciara el cantante. Con cualquier gesto -ese movimiento sexy de cadera, esa mirada al coso-. Todo lo que hiciera Alborán era motivo para el fervor, para la conmoción de los sentidos. “Guapo y guapo”, se gritaba de aquí y de allá.
Pablo Alborán se atrevía con la guitarra -también con el piano y con el cajón-, acompañando a sus músicos, dando muestras de compositor virtuoso. El carácter melódico y romanticón llegó con Tu refugio: “Déjame ser tu refugio, / déjame que yo te ayudo. / Aguantémonos la vida, / te recuerdo si lo olvidas. / Que hemos crecido peleando y, sin quererlo, / nos gustamos”. Ovación y emoción en cascadas. Entrega absoluta mirara por donde se mirara. Intensidad, sí, sería la palabra en esta primera media hora de concierto. Con olor a cerveza, con olor a la pasión que Alborán suscitó entre las seguidoras y los seguidores.
Y llegó uno de los momentos más impresionantes del espectáculo. Con Saturno. Cientos de globos y linternas de móviles, encendidas, decoraban los tendidos de la plaza de la Maestranza. Una plaza que durante unos minutos se convirtió en una galaxia. En una especie de constelación. Concluyendo la canción comenzaron a caer, puntuales, gotas de lluvia. Pero nada frenó el repertorio ni el ánimo. Menos aún con el siguiente tema: Solamente tú. Soledad de Pablo Alborán ante una guitarra acústica. Y este, encadenando canciones, cantó Perdóname. Otro imprescindible en la trayectoria del malagueño.
Impresionó la interpretación de Que siempre sea verano. Un voluminoso ole cayó, rotundo, desde el público, tras un quejío bien medido, preciso e inmenso, del artista. Más rumbero en El traje, tema que invitó a alzar las brazos y a mover las manos.
Una hora ya de concierto y todo se interrumpió para el homenaje. Tributo a María Jiménez con la canción Dos camas vacías. En un registro más pausado. En esa cadencia de la emoción que es Pablo Alborán.
No se desafinaba una nota. Para nada. Ni se rompía esa sensibilidad que transmitía el artista. Por ejemplo, en Pasos de cero, Viaje a ningún lado o Miedo. O en Prometo, donde Pablo Alborán ofreció su faceta más íntima y sentimental. De nuevo al piano, el cantante hizo de la noche una cita romántica, y vibrante. Apareció de nuevo la lluvia. Aún leve. Cero preocupación entre la gente. “Es de las veces que más estoy disfrutando”, aseguró Pablo Alborán al inicio de A ti, Sevilla, en una versión que arrancó nuevos oles y aplausos. Una versión lograda con la que, si aún quedaba duda, Alborán enamoró y conquistó a todos los asistentes. “Verde claridad sonora. / De andaluzas soledades. / Fuego, nieve, llanto y cante. / Sevilla, Sevilla, Sevilla”.
“Ay, ay, ay”, se escuchaba en cuanto Pablo Alborán se acercaba al coso de la Real Maestranza. El artista vestido de blanco, de inocencia, de pureza, un poco como el poema de Juan Ramón Jiménez, deleitó a una ciudad que le correspondió. Sin reservas de ningún tipo. “¡Cómo baila Sevilla!”, insistía el cantante, quien dio amanecida y luz en una noche, casi plena, de otoño.
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