Stalag VIII-A | Crítica

Abismos de la música del siglo XX

Olivier Messiaen compuso el 'Cuarteto para el fin de los tiempos' en un campo de prisioneros.

Olivier Messiaen compuso el 'Cuarteto para el fin de los tiempos' en un campo de prisioneros. / D. S.

Stalag VIII-A era el nombre oficial del campo de prisioneros de Görlitz (localidad hoy polaca), donde pasó unos meses el compositor francés Olivier Messiaen, después de que en junio de 1940 fuera capturado por las tropas alemanas. Allí coincidió con tres músicos profesionales (un clarinetista, un violinista y un violonchelista), logró papel pautado y escribió una de sus obras más emblemáticas, el Cuarteto para el fin de los tiempos, partitura esencial de la música del siglo XX.

Messiaen tenía entonces 31 años, estaba imbuido de una honda fe religiosa, que condicionaría toda su carrera artística, y quizá pudo intuir que el momento tenía mucho de apocalíptico. El estreno tuvo lugar en el propio campo el 15 de enero de 1941. Llovía, Messiaen se sentó al piano y los instrumentos se encontraban al parecer en pésimo estado. Pese a todo, la audiencia de unos 400 hombres, entre prisioneros y personal del campo, debió de quedar marcada por la experiencia.

El Cuarteto sigue provocando hoy una mezcla de encogimiento y embeleso por su intensidad expresiva y su sobrecogedora capacidad retórica. Cuatro alumnos del Conservatorio Superior de Sevilla ofrecieron de ella una interpretación muy estimable, que fue además de menos a más. Tras una Liturgia de cristal algo imprecisa y desajustada y una Vocalización falta de una mayor tensión, el conjunto se creció. El abismo de los pájaros fue dicho con agilidad, bello registro grave y notable capacidad para el contraste de dinámicas por Manuel E. Marí y las dos Loas fueron dibujadas con notable intensidad la del violonchelo y con finura la del violín, acaso falta de un punto de reposo, capaz de transmitir todo el misterio que la pieza encierra. En el Intermedio y la Danza de la ira el cuarteto se mostró quizá más comedido de lo deseable, pues son piezas que piden energía, empuje, incluso un punto de descontrol. Prefirieron el comedimiento y nadie puede echárselo en cara. La obra no es en absoluta sencilla de interpretar y su versión resultó plenamente disfrutable.

Cuatro alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático intercalaron poemas de guerra de Wislawa Szymborska y César Vallejo, que dijeron con general desenvoltura a partir de una puesta en escena sencilla pero eficaz.

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