Teología de la liberación (vampírica)
Crítica 'El sicario de Dios'
El sicario de Dios. Ciencia-ficción, Estados Unidos, 2011, 82 min. Dirección: Scott Stewart. Guión: Cory Goodman. Fotografía: Don Burgess. Música: Christopher Young. Montaje: Lisa Zeno Churgin. Intérpretes: Paul Bettany, Cam Gigandet, Maggie Q, Karl Urban, Lily Collins, Brad Dourif, Bill Oberst Jr., Alan Dale, Julie Mond, Kanin Howell, Henry Kingi Jr., Josh Wingate.
Ahora que ha vuelto a ponerse de moda el ojo por ojo como argumento de peso para la justicia internacional, tiene su gracia encontrarse con una película como El sicario de Dios, protagonizada por un sacerdote tatuado y rebelde que decide hacer la guerra santa por su cuenta contra unos malvados y viscosos vampiros que amenazan con destruir la humanidad en un futuro distópico.
Adaptación de un popular manga coreano, el segundo largo del pirotécnico Scott Stewart (Legión) asume su condición posmoderna en un batiburrillo genérico-iconográfico en el que caben por igual los diseños urbanos futuristas de Blade Runner, el western de camino polvoriento (con Centauros del desierto, ya les vale, como referencia argumental), el cine de vampiros salidos de la centrifugadora y el cuero negro, la estética cyberpunk y las cabriolas aéreas de Matrix.
Su abrupto arranque, con una secuencia que entra directamente a matar sin más preámbulos, nos pone sobre aviso de la ligereza y el carácter eminentemente pulp de la propuesta. Nada de mensajes densos ni de pausas para la reflexión, aunque se insista en el lema "quien no cree en la iglesia, no cree en Dios" como cantinela para justificar al protagonista, interpretado por un Paul Bettany (Master and Commander, Dogville) que pone cara de intenso incluso cuando no hace falta.
El sicario de Dios sigue fielmente su trazado de redención y venganza en busca del gran duelo final por un paisaje en el que conviven las escenologías digitales y el viejo cartón piedra, mezcolanza imposible cuya candidez de serie B junto a un final en falso huelen a franquicia amortizable.
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