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La artista Ana Barriga celebra su “primera comunión”

La jerezana celebra los 10 años desde su primera exposición en la galería Birimbao, donde arrancó una trayectoria marcada por muestras y la participación en ferias a lo largo de todo el mundo.

Ana Barriga junto a la serie de esculturas 'Little god. Lamigati' durante la inauguración de su exposición en Birimbao. / José Ángel García
Guillermo Amaya Brenes

01 de diciembre 2025 - 06:31

La ficha

‘Mi primera comunión’. Ana Barriga. Galería Birimbao (Calle Alcázares 5, Sevilla). Hasta el 5 de diciembre.

25 de octubre de 2015: Se clausura El hombre y la madera en Birimbao. Supone la primera exposición individual de Ana Barriga en una galería.

5 de diciembre de 2025: Se clausurará Mi primera comunión, cuarta muestra individual de Ana Barriga en la galería Birimbao.

Como si el destino existiese y Ana Barriga (Cuartillos, Jerez, 1984) fuera cómplice de sus caprichos y fechorías, los diez años que separan estas dos exposiciones llevadas a cabo en la galería Birimbao, no parecen más que un tiempo previsto y programado previamente, como si no hubiera podido ocurrir de otro modo, como si ese camino no hubiera podido ser ningún otro. Esta sensación se ve acrecentada cuando echamos un vistazo al catálogo de aquella primera exposición y hallamos con estupor algunos títulos de aquellas obras tempranas de la artista jerezana: En algo hay que creer, Quién será el que me quiera a mí, Mírame, Tú lo que quieres o Fiesta salvaje. Pareciera que aquellos títulos escondieran mensajes premonitorios, una suerte de profecía en la que se inscribiera el futuro de lo que apenas acababa de comenzar.

'Déjame decirte'. 2025. Óleo, esmalte, rotulador y spray sobre lienzo. 100 x 92 cm. / Cortesía de la artista

Claro que esto no es más que una sensación falaz e ilusoria. Ana Barriga no llega a la facultad de Bellas Artes con 18 años, recién finalizado el instituto. Lo hará, tras una suerte de ¿casualidades? y estudios previos, con 25 años. Ana no sentía el deseo de ser artista cuando era niña, ni siquiera de adolescente, ni en el inicio de su juventud. Ana no sabía qué era ser artista. Esto confiere a la trayectoria de Ana, desde sus inicios, un matiz de ingenuidad que se ha traducido en la capacidad de sorpresa con cada paso dado. En ese sentirse dichosa, como la que no para de alinear campanas y sietes en una tragaperras, partida tras partida, Ana no deja de recordarse y de recordarnos: “Pintura, ¡bendito milagro!”

Puede que Ana haya sido consciente de que los milagros, como los sueños, se sustentan sobre la fragilidad de un cristal finísimo.

Hablar de Ana Barriga es hacerlo de una de las artistas con mayor proyección del territorio nacional. Su trabajo ha estado presente en galerías y ferias de todo el mundo (México, Estados Unidos, Colombia, Dubai, Corea, Reino Unido, Francia, etc) y ha despertado el interés de las colecciones públicas y privadas más prestigiosas y relevantes, como la de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza, la de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, la Colección Solo, la de DKV, la de Ella Fontanals-Cisneros o la del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (entre otras muchas). Pero hablar de Ana Barriga es hacerlo también de aquella niña que nació en Cuartillos (pedanía rural de Jerez de la Frontera de unos 1000 habitantes) que no supo que quería ser artista hasta bien entrada en la veintena.

Puede que Ana haya sido consciente de que los milagros, como los sueños, se sustentan sobre la fragilidad de un cristal finísimo que se debe transitar sin prisas, pero sin titubeos, siendo consciente del abismo que emerge bajo la delicada y transparente superficie, pero sin que este te amedrente. Sin dudas, sobrevivir en el complejo sistema del arte requiere de la actitud y aptitud del equilibrista: hacer todo lo posible por seguir sobre la cuerda floja sin que esta se rompa. Y en este ejercicio de equilibrismo hay algo de encomendarse a la pintura, de ruego y súplica, presentando las ofrendas de la entrega y el trabajo, de la dedicación y el sacrificio, con la esperanza de no caer.

'La mejor parte'. 2025. Óleo, esmalte, rotulador y spray, 80 x 60 cm. / Cortesía de la artista

En este credo profesado por Ana Barriga, la pintura no es una traducción de la vida, sino que es la vida misma. Pintar el mundo no es una forma de retratarlo, sino de vivirlo sin concesiones: vivir en todos sus recovecos y sus llanuras, en sus luces y sus sombras, en sus pecados y sus virtudes (si es que acaso hubiera diferencias). Y en esta suerte de culto, el mayor milagro es que exista la fe en él.

Esta percepción del arte (o de la supervivencia en él) como milagro ha impregnado la obra de Ana Barriga de cierta mística. Claro que no se trata de una mística ortodoxa que cumpla con el canon de una espiritualidad concreta, pero sí de una narrativa donde la pintura (a un nivel matérico y discursivo) se debate entre lo divino y lo profano. En la última entrevista que Ana Barriga concedía a Diario de Sevilla declaraba: “A la pintura la quiero y la respeto, pero no mucho”.

Las obras 'Be for party' y 'Miauhh' de Ana Barriga en la galería Birimbao / Liberto Romero

Así, de su trabajo emerge una iconografía donde convergen figuras y elementos que se pueden relacionar con lo místico, lo ancestral e incluso lo ritual, y figuras y elementos provenientes de un imaginario mucho más pop. Esta confluencia iconográfica, llevada a cabo desde una intuición hábil y poco conformista (que también se vislumbra en aspectos más técnicos como el color y la composición), impide que la narrativa en el trabajo de Ana Barriga, sea una narrativa cerrada. Siempre hay un lugar para el desconcierto y la confusión, para un borrón de spray o un grafismo ambiguo, lo que suele devenir en el tono irónico que irradian muchas de sus obras. Al fin y al cabo, por mucha mística que queramos aplicar al oficio del artista, por mucho que haya que cuidar el milagro de la pintura, “pintar no es operar a corazón abierto” (como la propia artista ha declarado en varias ocasiones).

'Vestida de comunion'. 2025. Óleo, esmalte, rotulador y spray, 92 x 61 cm. / Cortesía de la artista

Por último, es importante recordar que Mi primera comunión no es la vuelta de Ana Barriga a la galería Birimbao tras los diez años de su primera exposición. Entre aquella primera exposición y esta última, Ana Barriga ha tenido otras dos exposiciones individuales en la galería sevillana (cuatro en total). La artista siempre ha sido consciente de que a pesar de las exposiciones, ferias y proyectos que surgieran fuera, sus raíces estaban aquí, en la galería y en la ciudad donde todo comenzó y donde, la afluencia de público y los sold out son la señal inequívoca de que ha podido ser profeta en su tierra. De este modo, Mi primera comunión es la celebración de diez años de una trayectoria en la que el milagro ha ido de la mano del trabajo y en la que el afecto y el amor (por qué no decirlo), siempre han sido recíprocos.

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