Nochebuena de sangre en Kansas

El número 62 de la mejor colección de literatura criminal es una novela negrísima que nos muestra la otra cara de la Navidad

"Quise publicar traducciones de clásicos modernos, pero descubrí a Edward Bunker"

Una escena de la película La cosecha de hielo, protagonizada por John Cusack.
Una escena de la película 'La cosecha de hielo', protagonizada por John Cusack. / D. S.

La ficha

La cosecha de hielo. Scott Philips. Traducción de Diego de los Santos. Sajalín editores. Colección al margen. 205 páginas. Barcelona, 2025. 20 euros.

Dice la nota de prensa que acompaña la publicación de La cosecha de hielo que deben ustedes "imaginarse a los de Twin Peaks durante una tormenta de nieve en Nochebuena, errando por una ciudad que bien podría ser Fargo, y se harán una idea" de cómo es el libro que tienen entre manos. Yo podría dejar aquí mi reseña, porque no voy a escribir nada mejor que esta frase para hacerle justicia a esta obra que supuso el debut del escritor estadounidense Scott Phillips, que vio la luz originalmente en el año 2000 y que ahora trae a las librerías españolas la muy fiel a sí misma editorial Sajalín. Pero tengo que rellenar un mínimo de espacio en papel y un número de caracteres que alcanzar en la edición digital.

Así que paso a hablarles de que la novela transcurre, efectivamente, en una Nochebuena, la de 1979, en la ciudad de Wichita (Kansas, EEUU), famosa para los cinéfilos por la película de Jacques Tourneur. Nada tiene que ver esta Wichita de finales de los setenta con el poblado ganadero del filme de vaqueros, salvo que se convertirá también en un infierno para algunos de los personajes que aparecen por el texto de Phillips. El protagonista es un abogado sin demasiados escrúpulos, que pronto averiguaremos que trabaja para un mafioso de cierto nivel y que controla los principales antros/bares de copa/salones de striptease de la ciudad, que por supuesto no cierran ni interrumpen su actividad por mucho que haya nacido el Niño.

Charlie Arglist, que así se llama nuestro picapleitos, se recorre la noche de un bar a otro, sin que el lector sepa demasiado de qué va la cosa, hasta que se va intuyendo que el leguleyo, con ayuda de un socio, ha estafado una buena cantidad de pasta a su jefe mafioso y tiene un plan para huir de la ciudad con el dinero. No olvidemos que no se trata de un criminal al uso, sino de un hombre de leyes que parece haber escogido el camino de los placeres mundanos (alcohol y drogas hay una mijita en la novela, también algo de sexo), y que además cae bastante bien. También hay algo de un chantaje a un político al que han fotografiado practicando sexo anal con una de las damas de compañía que el grupillo mafioso ofrece en uno de sus burdeles.

Todo pasa mientras las buenas familias, incluida la de nuestro protagonista, celebran la Nochebuena con una tradicional cena y a resguardo de la intensa nevada que cubre de blanco toda la ciudad. Es lo único blanco (además de cierta droga que tiene también algo de presencia, aunque no demasiada en las páginas) que hay en este libro, pues es una novela negra como el carbón, y como la portada que ha preparado la propia editorial. En ella aparecen las piernas de una mujer entaconada, en lo que parece un movimiento sensual sobre una barra de striptease. Los pies de la señora dejan paso a un tintineo de luces que podrían ser desde el brillo de unos diamantes hasta el reflejo de unas copas o una lámpara de pedrería. Tanto da.

Decíamos que es una novela negra al estilo clásico, pero negra de verdad y no los rollos esos de asesinatos inverosímiles con policías a cada cual más extraños que pueblan últimamente los estantes de las librerías, y donde la calidad escasea. No vamos a decir nombres, pero sí que podemos asegurar sin temor a equivocarnos que ninguna de las diez novelas negras más vendidas del año (métanse en Google y encontrará varias listas en cualquier periódico de tirada nacional) resistirá el primer golpe con ésta.

El escritor estadounidense Scott Phillips (Wichita, Kansas, 1961).
El escritor estadounidense Scott Phillips (Wichita, Kansas, 1961). / Sajalín editores

Como muestra, la respuesta de la encargada de uno de los antros al abogado protagonista cuando le pregunta si han venido pocos clientes al bar. "Pues claro que han venido pocos. Es Nochebuena, hay una tormenta de nieve y casi todo el mundo tiene algo mejor que hacer que coger el coche para venir a las afueras para que le hagan una paja por veinte dólares".

La cosecha de hielo tiene apenas 200 páginas, en las que se observan dos partes bien diferenciadas. La primera es como una gran presentación del personaje y de lo que se cuece con la traición al líder mafioso, cuyo nombre está presente en las conversaciones, pero apenas sale. En la segunda se van desarrollando una serie de acontecimientos, casi nunca según lo previsto, hasta alcanzar un clímax absoluto y un final sorprendente. Todo aderezado de detalles geniales, como las bragas de una bailarina que se enrollan en una escopeta en uno de los momentos cumbre o un desayuno a base de huevos fritos que prepara, ya en casa, uno de los gorilas encargados de un bar mientras espera que sus hijos se despierten y reflexiona sobre si tendrá algún problema tras haberle roto los diez dedos de las manos a un cliente que la estaba liando. Sí, un buen padre puede ser también un matón de tres al cuarto.

Scott Philips (Wichita, Kansas, 1961) trabajó como librero, dependiente en una tienda de discos y fotógrafo en su ciudad natal antes de instalarse unos años en Francia. Fue alumno de James Lee Burke (lean El huracán o cualquier otro libro de la serie de Dave Robicheaux, por favor) en la universidad de Wichita. Debutó como novelista con La cosecha de hielo, que fue galardonada en los California Book Awards. El libro fue adaptado al cine con John Cusack en el papel del abogado y Billy Bob Thornton en el del socio.

Esta obra es la número 62 de la colección al margen de la editorial Sajalín, ésa en la que se encuentran los mejores jardineros del mal de la literatura contemporánea. Con ella, Phillips se incorpora al catálogo iniciado hace ya más de 15 años por Edward Bunker y su No hay bestia tan feroz, que sigue siendo una de las grandes obras maestras de la literatura criminal, escrita por un tipo que sabía de lo que hablaba. Le siguieron obras de Hubert Selby Jr., Chris Offutt, Daniel Woodrell, Osamu Dazai, James Fogle, Gene Kerrigan, Ted Lewis, Eddie Little, Noel Razor Smith, Malcolm Braly, David Goodis, Kenneth Cook, Shane Stevens, Clarence Cooper Jr., Newton Thornburg, Charles Willeford, Dario Dzamonja... Casi nada.

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