Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El Cautivo | Crítica
** 'El Cautivo'. Drama, España, 2025, 133 min. Dirección, guion y música: Alejandro Amenábar. Fotografía: Álex Catalán. Intérpretes: Julio Peña, Alessandro Borghi, Miguel Rellán, Fernando Tejero, José Manuel Poga, Luis Callejo, Roberto Álamo, Albert Salazar.
Como ya ocurriera con La Peste, el debate artificial e interesado entre la fidelidad al rigor histórico y las licencias de la ficción (faltaría más) vuelve a acompañar la promoción del nuevo filme de Amenábar, incansable en su apuesta por los grandes nombres y los grandes momentos de España y la Humanidad, esta vez a propósito de la condición o los devaneos homosexuales de Cervantes durante su cautiverio (1575-1580) en Argel.
El asunto viene aderezado además con declaraciones algo sonrojantes del propio cineasta o de alguno de sus intérpretes destinadas a precalentar aún más el ambiente (propicio para el victimismo y los fantasmas) o el morbo (esencial para la taquilla), al tiempo en que se reivindica el “arte de contar historias” como el verdadero asunto y trasfondo especular de un filme que algunos han querido ver también como una operación similar a la de aquel ya viejo Shakespeare in love de Weinstein en su banalización divulgadora de las andanzas y proyecciones de futuro de uno de los grandes de la Literatura Universal.
Sea como fuere, a nosotros lo que nos interesa es la película limpia del polvo y la paja del ruido y la astuta campaña publicitaria. Y lo que nos ofrece El Cautivo es, en efecto, un intento fallido de jugar a la fabulación en varias direcciones y sustratos: en lo que respecta al arte de narrar como modo de supervivencia en cautiverio y vocación de vida; en poner en unos púdicos carne y hueso la entrega a los placeres homoeróticos de un Cervantes dibujado cual modelo entre harapientos y desdentados españoles y moros de acento antiguo, ojos pintados y faca rápida; también en la inevitable y zafia proyección de sus mensajes sobre la entrega al amor libre, las ventajas de la convivencia y la tolerancia interculturales y la crítica al integrismo y la pureza (de raza o creencia) desde aquel pasado encapsulado en unas formas academicistas marca de la casa y un presente donde, ay, suenan las alarmas y acechan de nuevo los fantasmas de la persecución y el odio al diferente.
Así, este Cautivo opera con entradas y salidas de su propio fortín narrativo, relatos abiertos, entrecruzados y retomados, personajes de una pieza y un considerablemente estancamiento que, si bien aspira a contener un cierto aire de obra de cámara de alto presupuesto y valores de producción, tampoco consigue que la emoción de los intentos de huida y sus consecuencias calen o hagan verdadera mella dramática entre placeres prohibidos, banquetes de fruta y pasteles, baños árabes, secretos y heridas del pasado peninsular y traiciones a la postre perdonables.
El joven Cervantes de Amenábar tiene más de icono contracultural diseñado según los códigos morales, estéticos y políticos del presente, un presente donde, no se olvide, la iglesia católica sigue siendo el gran enemigo a batir, que de figura heroica, creativa e inspirada en permanente ebullición fabuladora, más de mártir de la incomunicación entre culturas (y sensibilidades) que de español noble y herido lejos del hogar y la patria que engendrarían, nos lo tenían que recordar una vez más por si acaso, una de las mejores novelas de todos los tiempos. Para más datos, a la Wikipedia.
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