"La etiqueta es lo que hunde al artista"

El bailaor y coreógrafo Fernando Romero estrena hoy en el Monasterio de San Isidoro del Campo su particular aproximación a 'Pierrot Lunaire', la partitura atonal de Schönberg

Fernando Romero, ayer en la sede de la Diputación Provincial de Sevilla.
Fernando Romero, ayer en la sede de la Diputación Provincial de Sevilla.
Rosalía Gómez Sevilla

14 de julio 2015 - 05:00

Fernando Romero, creador inquieto donde los haya, será el encargado de cerrar esta noche el pequeño ciclo de trabajos dancísticos de investigación que el Festival Internacional de Danza de Itálica ha ubicado, al igual que en la pasada edición, en el denominado Claustro de los Muertos del Monasterio de San Isidoro del Campo.

La trayectoria de este artista riguroso y comprometido con su arte, un tanto atípica en el panorama del flamenco andaluz, lo ha llevado siempre a acometer proyectos personales bastante arriesgados, cosa que ha continuado haciendo siempre, en ocasiones de forma paralela a su destacado trabajo en las dos grandes compañías públicas por las que ha pasado: el Ballet Nacional de España y la Compañía Andaluza, hoy llamada Ballet Flamenco de Andalucía. Su trabajo, en verdad infatigable, le ha procurado también muchos reconocimientos entre los que ocupa un lugar de honor el Premio Benois de la danza, creado en 1991 por el mítico Teatro Bolshoi de Moscú, y concedido en su edición de 2011 -por primera vez a un bailaor de flamenco- a Fernando Romero.

Además de al flamenco, Romero es un gran aficionado a la música contemporánea y electrónica y siempre había tenido la ilusión de montar esta pieza, sobre todo después de coreografiar y bailar, también en solitario y sin ayuda de ningún tipo, otro de los títulos más emblemáticos y rompedores del siglo XX: La Consagración de la primavera de Igor Stravinski (estrenada en 1913). "La Consagración y el Pierrot Lunaire son dos piezas muy diferentes, pero igualmente fundamentales para comprender el nacimiento y el desarrollo de la música contemporánea en el siglo XX; de hecho, fue eso lo que más me atrajo al principio. Ni que decir tiene que a mí me encanta este tipo de música pero, junto a sus valores musicales, me emocionaba mucho la filosofía, el pensamiento de Schönberg al componerla. De hecho, en una carta del compositor vienés (que también fue pintor) a Vasili Kandinski le decía que había compuesto el Pierrot más por un ansia de ruptura de lo convencional que por un deseo de hacer una obra que gustara al público. Y a mí también me gusta elegir caminos poco convencionales, huir de mi rutina y de las etiquetas, porque las etiquetas son las que hunden a los artistas. Estamos en un país donde se suele dar la espalda al riesgo e incluso al arte en sí mismo, cosa que no sucede en otros países. Aquí generalmente se hace, y sobre todo, se programa sólo lo convencional", afirma el coreógrafo.

Esto explicaría su entrega en solitario, tratando de encarnar más la mente del compositor que el personaje (un payaso bebedor y amante de los prostíbulos), creado por éste en una pieza que supuso la incursión en la música atonal del vienés Arnold Schönberg (1847-1951). En Sevilla, que recordemos, la única vez que se ha podido ver representado el Pierrot Lunaire fue en diciembre de 1999 en la Sala Manuel García del Teatro del Maestranza, interpretada, junto al Ensemble Incanto, por la actriz Annette Jahns y la bailarina de Pina Bausch Jo An Endicott.

Respecto a su contenido, Pierrot Lunaire, cuyo personaje titular es cantado o recitado por una mujer, recrea un conjunto de 21 poemas, o lo que es lo mismo, tres veces siete poemas (en el primer grupo, Pierrot canta sobre el amor, el sexo y la religión; en el segundo, sobre la violencia, el crimen y la blasfemia; y en el tercero sobre su regreso a casa, en Bérgamo, acosado por su pasado de borrachín). Escritos en francés por el poeta simbolista belga Albert Giraud, dichos poemas fueron traducidos en 1912 al alemán con motivo del estreno de la pieza en Berlín. Un estreno del que se cumplió el primer centenario en 2012, momento clave para que Fernando Romero decidiera por fin afrontar este difícil proyecto, llenándolo con 50 minutos de pura y agotadora danza.

"Si el compositor de alguna manera lleva al extremo cada momento y cada instrumento de la pieza, yo he intentado hacer lo mismo con la danza, mezclar distintos estilos y llevarla al extremo, incluso en las intersecciones entre un pasaje y otro. Yo bailo con zapatillas y en un suelo sin amplificar, y puedo asegurar que a mis 46 años ha sido un reto importante. Por eso creo que el oyente, el espectador en este caso, tiene que hacer también el esfuerzo de abrirse, de acercarse a la obra".

Tras una especie de preestreno llevado a cabo en 2012 en Aracena, Pierrot Lunaire, con música grabada por el momento, llega esta noche y el jueves, a las diez y media, a la programación del Festival de Itálica, una muestra en la que el artista, muy riguroso con su trabajo y con el flamenco, presentara en el pasado la obra Paseo por el amor y la muerte, basada en la Divina Comedia de Dante. Romero subrayó también que mantiene una excelente relación con la Diputación de Sevilla (promotora del Festival de Itálica, entre otras cosas), a la que no dejó de agradecer, en la figura de la directora de la muestra Victoria Guzmán, el apoyo que le ha prestado a lo largo de toda su carrera.

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