BRG | Crítica

Viaje de José Guerrero a la arquitectura de Luis Barragán

  • El creador granadino se inspira en la obra del mexicano en su nueva exposición en la galería Alarcón Criado

Un díptico de José Guerrero presente en la exposición.

Un díptico de José Guerrero presente en la exposición.

Desde aquella serie inicial titulada Efímeros, donde exploraba los lugares fronterizos entre el espacio urbano y el rural y que mostró en 2007 en la sala Imagen de la Caja San Fernando, la fotografía de José Guerrero (Granada, 1979) siempre ha ido más allá de las cautelas racionales y los límites físicos de la misma. Toda su trayectoria se ha podido seguir en las cuatro exposiciones anteriores que le ha dedicado la galería Alarcón Criado. En ese trayecto se puede apreciar un doble proceso: se exploran los contactos con otras disciplinas artísticas y se reflexiona sobre la naturaleza intrínseca de la fotografía, aunque quizás esta doble dirección no lo sea tanto y se trate más bien, como él mismo dice, de transitar esa línea muy delgada entre el carácter documental y el carácter abstracto de la fotografía.

En esta exposición se hace más evidente esa línea de trabajo y es la arquitectura de Luis Barragán la excusa de la nueva serie. La obra del arquitecto mexicano se caracteriza y es aplaudida por algo que escasea en la arquitectura, el uso del color para significar los planos que definen el espacio. El prestigio que tiene en los últimos años es quizás el motivo de que los derechos de reproducción de la misma estén custodiados por una fundación que lleva su nombre en Birsfelden, Suiza. El control que la fundación ejerce sobre la obra de Barragán impide que se pueda fotografiar, lo que supone un contratiempo para su difusión y conocimiento, pero también, en este caso, un incentivo para trabajar sobre una idea material de su arquitectura. Es lo que ha hecho José Guerrero al construir y pintar maquetas que reproducen rincones y estancias de la arquitectura de Luis Barragán.

Un políptico de cinco fotografías de la serie 'BRG'. Un políptico de cinco fotografías de la serie 'BRG'.

Un políptico de cinco fotografías de la serie 'BRG'.

La exposición podría pasar por una exposición de fotografías de arquitectura, género muy consolidado, nacido casi con la fotografía, como demuestran las fotos de Jean Laurent en el Madrid del siglo XIX; y que cuenta con representantes tan destacados como Julius Shulman, Ezra Stoller o, en España, Catalá Roca. Pero la serie de Guerrero es algo más; el uso de las maquetas le confieren una singularidad que cuestiona valores fundamentales de la fotografía y de nuestra percepción, interrogándonos de paso sobre cuestiones como la autoría, el artificio, la recreación y hasta sobre la originalidad de la copia.

La muestra se interroga por conceptos como la autoría, el artificio y la originalidad de la copia

El uso de maquetas está también sancionado en el arte fotográfico con artistas como James Casabere, de quien pudimos ver algunos de sus trabajos en la segunda edición de la Bienal de Sevilla o incluso Hiroshi Sugimoto con la reconstrucción del Santuario de Go’O en Naoshima. En nuestro ámbito, pero fuera ya de la fotografía, José Miguel Pereñíguez o Magdalena Bachiller también han usado maquetas como modelos para realizar algunas de sus obras.

Más allá de la necesidad de usar maquetas –Guerrero tiene formación de arquitecto técnico y trabajó, antes de dedicarse profesionalmente a la fotografía, como jefe de producción de la empresa Ferrovial Agroman–, sus obras enfrentan directamente uno de lo problemas centrales del arte actual: la eficacia de la representación como instrumento para validar la experiencia artística y su confrontación con la realidad. En los intersticios entre realidad y representación se encuentra ese espacio entre la fotografía como documento y como la fotografía como abstracción que José Guerrero funde sin confundir. De hecho, en la galería se exponen, sin aviso ni distinción aparente, fotografías tomadas tanto sobre la arquitectura de Barragán como sobre las maquetas fabricadas y pintadas por José Guerrero.

Una de las obras expuestas. Una de las obras expuestas.

Una de las obras expuestas. / José Guerrero

La singularidad de la arquitectura de Luis Barragán, ya convertida en icono peculiar, añade un aspecto quizás superficial si analizamos las fotografías de José Guerrero desde un plano estrictamente formal, pero muy atractivo si introducimos en ese análisis la cuestión de la historia y la tradición de la fotografía. Y es que estas obras de Guerrero nos remiten, por otros senderos, casi al nacimiento de la fotografía, cuando aspiraba a competir con la pintura en lo que se ha llamado pictorialismo fotográfico. Pero ahora no se trata de emular los efectos de la pincelada y las calidades de los ambientes retratados por los pintores impresionistas, sino de jugar con las sugerencias espaciales que la arquitectura de planos de color, tan matizados y armoniosos de Barragán, provocan hasta hacernos recordar los fundamentos de la abstracción postpictórica o pintura de borde duro (Hard Edge) de los años sesenta del pasado siglo.

Este acercamiento entre disciplinas como la fotografía, la arquitectura y la pintura incluso se puede estirar más y, como propone la hoja de sala editada por la galería, acercar las obras a la pintura metafísica italiana, por lo que tienen las fotografías, como la pintura de Giorgio de Chirico, de resonancia de la ausencia. No hay presencia humana, pero su rastro se presiente. Las sombras que produce la arquitectura, y no olvidemos que la sombra en arquitectura, al recorrer las fachadas con el discurrir del día o al proyectarse, como un reloj de sol, sobre los espacios adyacentes, introduce el tiempo en el espacio del edificio. Un tiempo aparentemente inerte en las fotografías de José Guerrero, pero tiempo que niega el instante en el que el disparo de la cámara fotográfica asesina el objeto, como predicaba Barthes, para hacerse tiempo sin tiempo; tiempo de presencia y permanencia, tampoco detenido, tiempo en espera.

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