Un tsunami escolar

La acusación | Crítica

François Civil en una imagen del filme francés.

La ficha

** 'La acusación'. Drama, Francia-Bélgica, 2024, 88 min. Dirección: Teddy Lussi-Modeste. Guion: Audrey Diwan, Teddy Lussi-Modeste. Fotografía: Hichame Alaouié. Música: Jean-Benoît Dunckel. Intérpretes: François Civil, Shäin Boudemine, Toscane Duquesne, Mallory Wannecques, Bakary Kebe.

La acusación, cuyo título original vendría a traducirse como No hagan olas, nace con un doble hándicap en su acercamiento a un caso real sobre la acusación por acoso a un joven profesor de un instituto problemático como asunto desde el que hablar del sistema educativo. El primero tiene que ver con la existencia previa y la comparación inevitable con un filme como La clase, de Laurent Cantet, que puso muy altas las cotas de realismo y tratamiento de la complejidad de las dinámicas profesor-alumno en el día a día de una clase a lo largo de un curso. El segundo lo hace desde una cierta esquizofrenia sobre el posicionamiento de un filme que, en su voluntad de salvar al maestro ejemplar y su verdad como bandera ética y moral, cae muchas veces en la contradicción de dibujar un paisaje escolar casi apocalíptico.

En esa doble y peligrosa tesitura se mueve un filme de tesis confusas y conflicto apretado que incluye además la homosexualidad del protagonista vivida como trauma, la falta de solidaridad y empatía del staff educativo o la indisciplina sistemática de un grupo de alumnos convertidos en auténticos antagonistas de un profesor de Literatura que intenta poner en práctica su método cuando una estudiante lo acusa por escrito de haberse acercado a ella con intenciones románticas o sexuales y el hermano mayor de esta lo amenaza de muerte.

Co-escrita por la premiada Audrey Diwan (El acontecimiento), la película de Teddy Lussi-Modeste parece regodearse a veces en la tensión artificial creada desde el descontrol permanente de las situaciones y una cierta tendencia al capricho argumental que pasa por encima de la verosimilitud y de los protocolos que deben ponerse siempre en marcha en casos como este. No ayuda mucho a la verdad del conjunto una interpretación recargada de tics de François Civil, una realización errática y a veces efectista y todo ese contexto personal que rodea al protagonista que parece más diseñado para la sobrecarga culposa que para apuntalar la credibilidad o la complejidad del relato.

A la postre, lo que se supone debería ser un filme para el debate, las preguntas y la reflexión, termina cayendo en cierto sensacionalismo para alarmar a asociaciones de padres y dar alas a los que insisten en señalar la degradación del sistema educativo público para saludar las bondades de los colegios de pago.

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