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El morbo bajo las faldas de la Historia

Knightley es Georgina Spencer.
M. J. L.

06 de abril 2009 - 05:00

Han sido muy hábiles los productores y publicistas de La duquesa al promocionar la historia de Georgina Spencer, duquesa de Devonshire, como un trasunto de la azarosa vida y el destino (trágico) de Diana de Gales con hechuras de académico cine de época y vestuario made in Britain. El espectador avisado se sitúa así con una nueva perspectiva, morbosa y comparativa, ante la vieja fórmula del costume drama, género que ya de por sí suele contar con un (no del todo comprensible) reverencial respeto previo.

La clave así reside en comprobar cómo bajo los ropajes, las pelucas y el rígido protocolo social de la Gran Bretaña aristocrática del XVIII latían los mismos desórdenes machistas, las mismas libertades cercenadas o las mismas asfixias femeninas que en los estertores del siglo XX en el palacio de Buckingham y los jardines de Kensington.

Saul Dibb pone una cierta mesura y una prudente distancia sobre su material, que procede de una novela biográfica de Amanda Foreman, para trazar la superficie geométrica y arquitectónica de un drama de pasiones soterradas y reivindicaciones en sordina por el que Keira Knightley y Ralph Fiennes transitan con la conciencia de estar interpretando a sus sucesores en el tiempo presente. La contenida corrección de sus interpretaciones, pura escuela inglesa, es la misma de un film que se deja ver con enfriada empatía.

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