"La música no es algo abstracto, se concreta en las relaciones humanas"
La figura más popular e influyente de la música contemporánea en todo el mundo actúa hoy sábado en la Diputación de Málaga con un programa en el que revisa al piano una selección de piezas emblemáticas
Poco se puede decir a estas alturas de Philip Glass (Baltimore, 1937), una de las figuras decisivas de la historia de la música del siglo XX, autor de un caudal indispensable de obras experimentales, sinfonías, piezas de cámara, óperas y partituras para teatro, conformador decisivo del minimalismo y a la vez su principal liquidador, creador de bandas sonoras para películas como Las horas de Stephen Daldry y Kundun de Martin Scorsese y admirado por David Bowie, Robert Fripp, Brian Eno y la plana mayor del rock de los 70. La lista de artistas con los que ha colaborado incluye a Paul Simon, Mick Jagger, Robert Wilson, Doris Lessing, Leonard Cohen y David Byrne. De formación clásica (en su juventud fue alumno en París de Nadia Boulanger, con la que también estudió Aaron Copland), su histórico viaje al norte de la India en 1966 le permitió incorporar la complejidad de los ritmos hindúes a sus celebérrimas construcciones sonoras repetitivas. Hoy, sábado, interpretará en el Auditorio de la Diputación de Málaga, solo al piano, un repertorio de piezas que abarca desde 1976 hasta la actualidad. Mientras, se revela amable y con buen humor desde Nueva York al teléfono.
-Esta noche actuará frente a un público de unas 500 personas que agotaron las localidades para su concierto en menos de 48 horas. ¿Qué significa para usted el público en la actualidad?
-El público es muy importante. Lo es siempre, así que imagínate para un concierto en el que actúo solo al piano. Ahí, necesariamente, tiene que haber una comunicación. La música se da de una manera personal en el intérprete, pero luego se dirige a alguien. Siempre he tenido presente al público en mi trabajo, siempre ha representado para mí algo muy poderoso. Esa comunicación es la que confiere vida a lo que hago, la que representa su mejor propósito. No creo que la música sea algo abstracto, porque se concreta en las relaciones humanas. A estas alturas prefiero hacer cosas bastante simples, porque también la relación que establezco con el público es más sencilla. Pienso, además, que los compositores e intérpretes tenemos un papel que representar en la sociedad, así que no podemos vivir de espaldas al resto. Nuestro trabajo tiene sentido en los demás, en los otros.
-El programa de su concierto incluye una pieza de Hydrogen jukebox, la ópera que compuso junto a Allen Ginsberg. ¿Cómo recuerda su trabajo con el poeta, fue sencillo conectar con él?
-Sí, muy sencillo. Conocí a Ginsberg a finales de los 70 y entonces le pedí un texto para uno de mis Portraits. Desde entonces hicimos varias cosas juntos hasta el mismo año en que murió, en 1997. Estrenamos Hydrogen jukebox en 1990. Hay muy pocos escritores y artistas con los que haya llegado a compartir una misma inspiración de una manera tan profunda. Sin duda, Ginsberg está entre los cuatro o cinco colaboradores más importantes de mi trayectoria.
-Buena parte de su producción está inspirada en obras literarias, especialmente en Samuel Beckett, aunque también ha puesto música a textos de Doris Lessing y Leonard Cohen. ¿Cuáles son los vasos comunicantes decisivos entre la literatura y la música?
-En la poesía, antes que escrita, la palabra es dicha. Y toda palabra dicha, pronunciada, es susceptible de ser representada o cantada. Las palabras no son simples textos escritos en una página. Y ahí la música tiene mucho que decir. La literatura tiene la misma influencia en mi música que la música ejerce en la literatura. Son dos realidades que en el fondo no pueden comprenderse por su cuenta. Siempre se dan de manera asociada.
-Desde Einstein on the beach, la ópera en la que trabajó junto a Bob Wilson en 1975, ha sido un asiduo al género. Pero ¿qué ópera o pieza teatral suya le gustaría ver de nuevo representada?
-No sabría responder a eso. Me gusta mucho la Trilogía de Cocteau que compuse en los 90. Pero también disfruté mucho haciendo Kepler, la obra que estrenamos hace muy poco, en 2009, en Austria, inspirada en la vida del científico y que además fue mi primera ópera en alemán. Hay muchos motivos por los que una ópera en la que trabajas te gusta más o menos. Las personas cuentan. Piensa que Verdi destruyó una gran parte de las partituras que escribió. ¿Por qué no le gustaban? Es un misterio.
-Dos de las obras que interpretará en Málaga, Mad rush y Dreaming awake, fueron convertidas en piezas de ballet. ¿Qué importancia tiene el movimiento en su obra?
-Muchos bailarines y coreógrafos han empleado mi música para hacer su trabajo. Y me siento infinitamente afortunado por ello. Creo que la gente que verdaderamente necesita la música la emplea para moverse, para bailar. Es una suerte que cuenten con mi obra.
-Usted se definió a sí mismo recientemente como un clasicista, alegando que aprendió armonía estudiando la obra de Schubert, Bach y Mozart.
-Sí, creo que ésa es una definición bastante aproximada.
-Pero si usted es el clasicismo, ¿dónde está la vanguardia?
-El término vanguardia ya es demasiado antiguo. Yo no lo emplearía hoy de ninguna manera. Lo que sí hay es una generación muy importante de músicos jóvenes que han abrazado la tecnología y que componen de manera muy singular, hacen sus discos de manera diferente y los distribuyen de una manera completamente distinta. Y, afortunadamente, ellos tienen ya poco que ver conmigo.
-Cuando estrenó en 1974 Music in twelve parts afirmó que con aquella obra daba por terminado el minimalismo. Pero muchos, desde entonces, le siguen relacionando con ese término.
-En parte, la culpa es mía porque sigo haciendo Music in twelve parts. Hace poco la hicimos en Londres con gran éxito. A la gente le encanta, y yo no lo puedo evitar. Las etiquetas, al fin y al cabo, las pone el público. No depende de mí.
-Pero, en el fondo, ¿qué etiqueta preferiría usted?
-No lo sé. Creo que lo del clasicismo me va bastante bien. A lo mejor sería excesivo considerarme un post-romántico, ¿verdad?
-En una ocasión dijo usted que Paul Simon era, en su opinión, el mejor compositor de canciones.
-En realidad lo que dije es que Paul Simon es el mejor compositor americano de canciones. Lamentablemente, no conozco muy bien la música pop y rock que se hace por ejemplo en España para contextualizar mejor esta afirmación.
-¿Es una canción algo más puro o más fácil que una sinfonía?
-Son dos realidades muy distintas. Pero las principales diferencias las considero en la intención de compositores e intérpretes, no tanto en lo musical.
-¿Está al tanto de los nuevos compositores europeos?
-No tanto como quisiera. Últimamente he escuchado cosas muy interesantes de algunos grupos rusos que se aproximan de manera muy interesante a ciertos registros tradicionales y folclóricos. Pero no mucho más, la verdad.
-¿Ha leído el libro de Alex Ross El ruido eterno?
-No.
-Ross afirma que su música "emite una suerte de fulgor de neón de Times Square". ¿Qué le parece?
-¿En serio dice eso? ¡Es precioso!
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