Obituario

Vida de un crítico (en la muerte de Paco Ramos)

Vida de un crítico (en la muerte de Paco Ramos)

Vida de un crítico (en la muerte de Paco Ramos)

Nos enterábamos el martes de la muerte de Francisco Ramos, gran estudioso y divulgador de la música contemporánea, autor de aquella Guía de la música clásica grabada IV. El siglo XX, editada por Diputación de Sevilla en 1996, que nos ha acompañado desde entonces en la búsqueda y el descubrimiento de nuevas músicas y sonidos.

Dentro de su erudita y prestigiosa labor, desplegada en libros, revistas, programas de radio o cursos y talleres para la Universidad, el CAAC o la Junta, Paco fue también compañero ocasional y siempre ameno interlocutor (era, además, un gran cinéfilo, y en sus cajones está aún a la espera de un editor su libro El cine ante el espejo) en los días de aquel suplemento 'Culturas' que acompañó el nacimiento de Diario de Sevilla en 1999, lugar de encuentro, intercambio intelectual y auténtica cantera para veteranos y jóvenes plumillas culturetas que han seguido remando en sus respectivas disciplinas, la literatura, el arte, la música clásica, el jazz, el rock, el teatro, el cine, la danza o el cómic, mientras han quedado barca y agua sobre las que hacerlo.

La muerte de Ramos nos ha traído también a la memoria las de otros compañeros de aquella aventura fundacional en calle Rioja: primero Francisco del Río y hace apenas unos meses Juan Bosco Díaz Urmeneta, extraordinarios críticos y comisarios artísticos, pero también la de los más jóvenes Ángel Gómez Aparicio y Jesús Gonzalo, cuyos afilados textos sobre jazz y músicas de vanguardia iluminaron puntualmente aquellas páginas y los espacios para la crítica de conciertos cuando la oferta en la ciudad era bastante más estimulante que ahora.

Críticos especializados, cultos y casi siempre brillantes, maestros sin voluntad de magisterio, versos sueltos en una profesión de prestigio, visibilidad e ingresos menguantes a los que, hay que decirlo, este periódico siempre ha dado el espacio y el reconocimiento necesarios para hacer valer su voz y su criterio a prueba de cualquier consigna, componenda o línea editorial. Focos de verdadera independencia, tal debería ser siempre la bandera del crítico, en tiempos en los que resulta cada vez más difícil distinguir la promoción de la nota de prensa y ésta de la reseña con firma. 

Paco Ramos respondía además al cliché crítico del tipo secreto, raro y solitario, algo que, en su caso, también en el de muchos colegas, no se volcó en un solipsismo huidizo sino que encontró en sus textos y apariciones públicas el lugar para abrirse paso, siempre con claridad y espíritu divulgativo, ante unos lectores o una audiencia con verdaderas ganas de aprender o adentrarse en terrenos desconocidos.

Lo hemos escrito muchas veces: la labor del crítico no debería ser otra que la de ser un pasador, como decía Daney, un comunicador entre mundos a través de la buena escritura, el juicio y la argumentación sólida. Pero para ello hacen falta el espacio y la proyección. Casi siempre mal pagados y con el SEO por los suelos, críticos y expertos como Ramos, Del Río, Díaz Urmeneta, Gonzalo o Gómez Aparicio son figuras que todo medio debería mantener y cuidar para otorgar realmente a la Cultura ese lugar de desarrollo humanista, diversidad y debate de ideas que contrarreste la implacable maquinaria del consumo y el gusto uniformados.    

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