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Arte

Un paisajismo crítico

Jorge Yeregui. Sobre el contrato natural. Galería Full Art. Calle Madrid, 4. Sevilla. Hasta el 9 de enero.

No fueron los pintores sino los químicos quienes inventaron la fotografía. Con tal afirmación, Roland Barthes señala además que la fotografía alteró ciertas concepciones de la imagen pictórica, en especial la del paisaje: la luz deja de ser administrada por el pintor y se convierte en fuerza que marca la placa fotográfica. Alguien dijo, con razón, que la naturaleza encontró en esas placas la fuente donde reflejar su narcisismo.

Pero la fotografía no es sólo huella de luz. Es también recorte, encuadre, que selecciona una parte del mundo y excluye las demás. Entre los protagonistas de esos recortes están la ciudad moderna y las obras públicas: una y otras multiplican sus espacios en el entorno natural en los mismos años en que nace la fotografía. Ésta, al principio, parece subyugada por las vistas, pintorescas o panorámicas, de los nuevos espacios pero poco a poco, prefiere extraviarse en los entresijos de la ciudad y en la relación entre la obra civil y el medio natural.

Estas dos notas de la fotografía, huella de luz y encuadre que crea espacios, están muy presentes en la obra de Jorge Yeregui, nacido en Santander en 1975, y afincado en Sevilla. La serie En el camino explora la relación entre el medio natural y la edificación. No son imágenes pictóricas ni informes de arquitecto (aunque ésta es la profesión del autor): apuntan más bien a una ruina, la del paisaje, con la que se pierde el lugar de habitación más humano. En parecida dirección se desarrolla Paseando por un espacio natural protegido: muestra intervenciones que, aunque facilitan el senderismo, son alteraciones que exigirían mayor prudencia. Las demás obras de la muestra tienen que ver con jardines, las doradas prisiones con que la ciudad retiene en su interior a la naturaleza. Poseen también un talante crítico. Tanto las que recogen el abandono que pesa sobre los Jardines del Guadalquivir (Isla de la Cartuja) como las dedicadas a los jardines interiores de ciertos edificios poseen una nota peculiar: la luz. Como si quisieran mostrar que el vigor de la naturaleza supera al artificio (y al abandono).

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