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Salir al cine
Ha muerto Peter Watkins (1935-2025) justo cuando su proyecto audiovisual, reflexivo y político, desmitificador y pedagógico, nos parece más vigente y necesario que nunca en esta época fake en la que resulta a veces imposible distinguir ya la verdad de la mentira y las imágenes auténticas de las artificiales. Watkins se propuso siempre, incluso desde las entrañas de la televisión pública europea, ya fuera en su Inglaterra natal o en el autoimpuesto exilio sueco (Fällan, Fritänkaren) o noruego (Edvard Munch, Aftenlandet), desenmascarar los discursos de lo real o las falacias del presente y su eco en los medios de comunicación, la Historia o el Arte (Munch, Strindberg) con una apasionante reapropiación de las formas del documental o el reportaje para someterlos a un explícito vaciado de signos que ponía en evidencia su propio carácter de construcción, casi siempre al servicio de los intereses ideológicos y propagandísticos del poder.
Títulos como Culloden (1964), donde recreaba la famosa batalla de 1746 como si un equipo de rodaje hubiera estado allí (recurso que volvería a utilizar con éxito y mayor complejidad aún en la monumental La Commune, sobre La Comuna de París de 1871), o The war game (1965), se revestían de docudramas o falsos documentales antes incluso de que se acuñara el término para alertarnos sobre la construcción del relato histórico o, en el segundo caso, tras la estela de la famosa emisión radiofónica de La guerra de los mundos de Orson Welles, poner en escena las consecuencias de un devastador ataque nuclear sobre la ciudad de Kent. La BBC no supo qué hacer con aquel artefacto provocador y aterrador y acabó guardándolo en un cajón hasta 1985, lo que no impidió que llegara a ganar el Oscar al ‘mejor documental’ en 1967 en la que se nos antoja una de las más grandes paradojas o ironías en los premios de la Academia.
No menos pertinente resulta hoy volver a Punishment Park (1971), su única película norteamericana, rodada en un contexto convulso en plena Guerra de Vietnam y en pleno recorte de libertades civiles en los Estados Unidos de Nixon. Watkins conformaba una nueva ficción de apariencia documental donde se especulaba, al hilo de acontecimientos recientes, con juicios sumarísimos y persecuciones y ejecuciones en pleno desierto de California de todos aquellos jóvenes revolucionarios o contestatarios que, acusados de terrorismo o traición patriótica, habían sido detenidos y puestos ante una justicia que encarnaba todos los valores reaccionarios del gobierno de aquellos días.
Son las muestras más celebradas de una mirada política que buscó siempre desentrañar las formas y los discursos audiovisuales que articulaban los medios, la televisión pero también el cine y sus narrativas convencionales, en un proyecto radical que tenía también un fuerte trasfondo educativo en su llamada de atención a los espectadores, casi siempre entendidos como meros consumidores pasivos de productos de evasión y entretenimiento.
Pero las enseñanzas y alertas de Watkins han quedado también en sus textos teóricos y ensayísticos, recopilados y traducidos al castellano en el libro La crisis de los medios (2017, Pepitas de Calabaza), donde, a partir del concepto de monoforma, el británico desmonta con lucidez la deriva del audiovisual de nuestros días y su transmisión acrítica de generación en generación. Cuatro de sus títulos más importantes están disponibles en Filmin. Es momento para volver a ellos.
Es mucho el cine europeo que aún nos queda por descubrir y contextualizar. Por suerte, tenemos al Canal Arte y sus ciclos, tantas veces sorprendentes, y, por supuesto, siempre con copias restauradas. Toca ahora acercarse en el centenario de su nacimiento al inédito en España Konrad Wolf (1925-1982), tal vez el cineasta más importante de la República Democrática Alemana. De su filmografía se han recuperado para la ocasión cuatro títulos esenciales:
Lissy (1957) sigue a una joven que espera encontrar estabilidad en el matrimonio pero que, tras la crisis laboral, cae seducida por el movimiento nazi y sus promesas.
Gran Premio del Jurado en Cannes, La estrella de David (1959) también aborda el ocaso del nazismo desde la perspectiva de un sargento alemán afectado por la deportación de judíos griegos a Auschwitz.
El cielo dividido (1964) se sitúa ya en plena Guerra Fría durante la construcción del Muro de Berlín con una historia de amor marcada por las circunstancias históricas y la separación. Y el que sería su último largometraje, Solo Sunny (1980), sigue los pasos de una joven cantante que trata de escapar de la asfixiante austeridad social de la Alemania Oriental.
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