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Dos gigantes en el Alcázar

ANDREAS PRITTWITZ & CLAUDIO CONSTANTINI | CRÍTICA

Broche de oro para los conciertos del Alcázar / ACTIDEA

La ficha

*****Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de A. Marcello, A. Piazzola, C. Constantini, E. Nazareth, L. Bonfá y G. Gershwin. Saxo, flauta de pico y clarinete: Andreas Prittwitz. Bandoneón: Claudio Constantini. Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Sábado, 20 de septiembre. Aforo: Lleno.

El ciclo veraniego del Alcázar dejó lo mejor para su última noche. Contar con Prittwitz y Constantini juntos es todo un lujo, dada la altísima categoría internacional de estos dos artistas que ofrecieron un concierto simplemente extraordinario para deleite de los cuatrocientos asistentes que abarrotaron el aforo.

Ambos han frecuentado el mundo del barroco desde sus peculiares aproximaciones estilísticas y por ello abrieron el concierto con el segundo y tercer tiempo del famoso concierto para oboe, cuerdas y continuo en Re menor de Alessandro Marcello, con un Prittwitz a la flauta de pico ornamentando muy en estilo barroco, desarrollando en el Adagio una línea cantable sumamente delicada y dejando para el Presto todo el despliegue virtuosístico del que el alemán es capaz, que es muchísimo. Y de ahí el salto hacia un viaje por Argentina, Perú, Brasil y Estados Unidos. Ambos son unos consumados improvisadores. Prittwitz acompañó las dos famosas obras de Piazzola (Libertango, Oblivion) de amplios preludios improvisatorios al saxo llenos de fantasía y agilidades, hasta desembocar en esas inolvidables melodías marca Piazzola paladeadas con delectación por Prittwitz y acompañadas con todo un despliegue de colores y ritmos por Constantini. El peruano fue el protagonistas de las dos siguientes piezas, compuestas por él mismo, una seductora Milonga del Retiro de melódico vaivén y un delicioso Vals del adiós, elegante y cargado de nostalgia y melancolía, dando pie a brillantísimos diálogos entre los instrumentos. Brasil estuvo representado por obras de Ernesto Nazareth (Escorregando) y Luis Bonfá (Black Orfeus). En la primera Prittwitz mostró todas las posibilidades de color y sonido de la flauta de pico, con ataques casi percusivos en complicados staccati seguidos de inacabables tiradas de fulgurantes semicorcheas encadenadas por un fiato interminable. Pero para fiato el de las versiones de Summertime y I got rhythm de Gershwin, adornadas en el más puro estilo jazzístico de principio a fin en frases sin resuello y un sentido del ritmo en ambos intérpretes incomparable. Para cuando ofrecieron la propina del Tico tico de Zequinha de Abreu, el público ya no podía contener su emoción y su entusiasmo, con una standing ovation como no la recuerdo en estos conciertos.

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