Los trabajos y los días
Werken en dagen | Crítica de teatro
La ficha
**** ‘Werken en dagen’. FC Bergman. Dirección, guion y escenografía: Stef Aerts, Joé Agemans, Thomas Verstraeten y Marie Vinck (FC Bergman). Intérpretes: Stef Aerts, Joé Agemans, Maryam Sserwamukoko, Thomas Verstraeten, Marie Vinck, Fumiyo Ikeda, Geert Goossens y Susan De Ceuster. Composición musical y música en directo: Joachim Badenhorst y Sean Carpio. Vestuario: An d’Huys. Iluminación: Stef Aerts, Joé Agemans y Ken Hioco. Lugar: Teatro Central. Fecha: Viernes 14 de febrero. Aforo: Tres cuartos de entrada.
Desde sus comienzos en 2008, los cuatro artistas que componen el colectivo FC Bergman han intentado –y casi siempre logrado- superar los límites de lo posible. En 2018, en su primera visita, construyeron en el escenario del Central la enorme sala de un museo belga a tamaño real. Era El país de Nod. Y es que aman las escenografías grandes y complejas donde el individuo, insatisfecho, lucha por superar su pequeñez.
En Werken en dagen, sin embargo, el hombre se mide con la naturaleza y encuentra una manera justa de convivir con ella y utilizar las riquezas que atesora: el trabajo de grupo, la vida en comunidad.
La pieza toma el nombre del poema de Hesiodo sobre la agricultura y los ciclos temporales, Los trabajos y los días. Como en este, todos siembran, cosechan, matan animales para satisfacer sus necesidades y, cuando se necesita un granero, todos se ponen manos a la obra para levantarlo. Incluso perpetuar la especie se convierte en un asunto de grupo.
Pero el tiempo sigue su curso y llegan las máquinas, una coqueta locomotora dorada ante la que todos se postran, desnudos, para adorarla, como si del Becerro de Oro se tratase.
Junto a este relato nada obvio de la relación entre el hombre y la tierra, a veces duro, a veces tierno, lo más fascinante de la pieza es su poder sinestésico: el conjunto de sensaciones que nacen y se extienden hasta el patio de butacas. El olor a madera rota, los sonidos del viento sobre los seis fantásticos árboles de colores, o de los pies que pisan, tal vez la uva, o bailan al corro. Imágenes maravillosas que van de Millet –fantástica Fumiyu Ikedo tratando de arrastrar el arado empapada por la lluvia- a Sorolla con sus cuerpos brillantes y desnudos, para terminar con un cuadro futurista con robot y explosión de piñas tropicales.
Toda la pieza, además, está maravillosamente armonizada con los instrumentos y las voces de Badenhorst y Carpio, músicos tan excepcionales como los ocho actores –niña incluida- que la hacen posible.
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