Un limón demasiado rallado fue la perdición de Carlos, el sevillano y único andaluz de Masterchef 7 que ha sido un fiel representante del malaje de nuestra tierra a lo largo de estas semanas. El fornido concursante, uno de sus personajes de conflicto latente que gustan en el casting del talent de Jordi Cruz, se pasó de amargor en el cítrico postre que le ha privado de estar en la final, donde ya se veía aunque el jurado nunca terminó de estar a gusto con él. Las "pijaditas" terminaron con Carlos, el tipo más agrio de esta edición, que besó más a sus perros que a su mujer, como le criticaron. También existen andaluces antipáticos, así que agradecemos a Masterchef que rompa tópicos.

El concurso de La 1 pervive en la parrilla a fuerza de costumbre, con eternas galas donde es difícil sorprender. Las ediciones celebrity y junior se imponen a la original. El problema añadido es la ausencia de ideas y alternativas en esta TVE. La productora de este espacio, Shine, no sólo engarza versiones sino que ha creado remedos en torno al mundo del espacio culinario que van desde adaptaciones a otros gremios, como Maestros de la costura o Prodigios, a conformar híbridos forzados como Cena con mamá, además de encargarse del programa de recetas de la sobremesa, ahora con Dani García.

La 1 se masterchefea cada vez más en sus horarios principales. Mientras se relegan a la madrugada espacios como Comando actualidad o Españoles en el mundo, hay que aguantar Tvemos como relleno torpe y excesivo para retardar la parrilla. A TVE parece que la gestionan sus enemigos.

En Valencia andan cabreados con Masterchef por las recetas catalanísimas que tuvieron que hacer los semifinalistas este martes. Unas suspicacias razonables dada la imposición cultural de la órbita independentista con sus palmeros levantinos. La comida siempre debería unir y no ser símbolo de nada. Pero vistos que tantos catalanes se afanan en reclamaciones, identidades y exclusiones hay que entender a estos ofendidos.