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Análisis

María Barrero Rescalvo

Arquitecta e investigadora de la Universidad de Sevilla

Corralones industriales: su futuro (sigue siendo) incierto

Corralones de la Plaza del Pelícano en Sevilla.

Corralones de la Plaza del Pelícano en Sevilla. / josé ángel garcía

Los corralones artesanales forman parte de la identidad urbana del sector norte del casco histórico desde hace más de un siglo. Pese a que acogen múltiples actividades que enriquecen el barrio y la ciudad, varios han desaparecido ya y el futuro de los que quedan, muy pocos, es incierto. A cuentagotas, artesanos sacros, trabajadores manuales y artistas de todo tipo han abandonado estos espacios únicos para acabar en polígonos industriales y pueblos de la periferia.

El conjunto de talleres de la calle Castellar, por ejemplo, lleva dos décadas bajo la pésima gestión de una empresa inmobiliaria que acumula sanciones por actividades no permitidas y obras sin licencia, entre otras. Desde hace dos meses, la presión hacia sus usuarios se ha intensificado, rescindiendo contratos, clausurando baños comunes y repintando murales artísticos. Esta estrategia no es nueva: en 2006 la Plataforma de Artesanos del Casco Antiguo (PACA) ya denunciaba tanto las maniobras de los gestores para vaciar el inmueble como la dejación de Administración al respecto.

El corral industrial es una tipología urbana donde se produce un equilibrio único entre tradición e innovación: Manuel Carmona, Jaime Babío o José María Leal realizaron sus mejores obras sacras donde hoy componen música grupos de la escena actual como Califato ¾ o Pony Bravo. Sus callejuelas y patios interiores, una característica particular de la trama urbana de Sevilla, han sido habitados y valorados por muchos otros artistas: pintores, escultores, bailaoras, fotógrafos o diseñadoras. Personajes como La Farruca, Kiko Veneno o el mítico Silvio encontraban en estos patios semiocultos, frescos y tranquilos el lugar ideal para la creación.

Estos espacios se encuentran en un sector de la ciudad víctima de procesos especulativos y de revalorización urbana desde hace décadas. Si los corralones de Castellar y de la plaza del Pelícano-Pasaje Mallol no se han perdido, ha sido gracias a que el planeamiento protege (levemente) los usos de estos enclaves, reconociendo su trayectoria histórica dentro del pasado productivo del lugar y valorando la multifuncionalidad, algo crucial para una buena salud urbana.

Sin embargo, una actuación como la que se ejecuta en Pasaje Mallol 11, 13 y 15 demuestra que el planeamiento urbanístico no es suficiente. Tampoco el Plan Especial de Protección del sector, que rema en la misma dirección. En este antiguo corralón, calificado con uso industrial en planta baja con la residencia del artesano o artista en la primera, se están finalizando las obras para su reconversión en viviendas loft, donde parece que poco o nada quedará de la actividad manufacturera. Ante todo esto, no es de extrañar que los usuarios de Castellar se hayan organizado para denunciar dichas presiones y promover la expropiación del inmueble por el Ayuntamiento, continuando con una reivindicación de la PACA que ya podemos tildar de histórica.

¿Comprenderán nuestros políticos el valor de estos lugares cuando ya no quede ninguno?

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