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Lloran los pinos del coto
El Ayuntamiento de Almonte lleva ya varios años dictando un bando para la Romería del Rocío, cuyo primer punto dice así: "No se permiten los bailes y cantes que no sean los de carácter tradicional". Algo tan lógico como sencillo parece necesitar un recordatorio. Porque estamos cambiando, porque vamos sin rumbo. Tengo la sensación de que es lo mismo que si me dijeran que al Rocío no se va vestida de fallera, que no me ponga tacones de aguja, que el jamón se come con la mano, que el polvo del camino te deja la boca seca y que las sevillanas se bailan a dúo. Aquello de "por orden del señor alcalde se hace saber..." ha vuelto ante una sociedad que por lo visto cada vez más necesita que le "hagan saber" lo que antes se sabía sin pregones de alguaciles vociferando un pergamino, sin anuncios de trompetilla... sin ordenanzas, sin reglamentos, sin disposiciones adiccionales o transitorias, sin decretos urgentes, sin leyes. Mala cosa cuando necesitamos que todo se regule minuciosamente. Mala cosa, porque cuanto más leyes necesita una sociedad, es porque esa sociedad no sabe convivir.
Si en el Rocío un Bando tiene que establecer qué es el Rocío, apaga la luz de las candelas y vámonos. Hubo un tiempo de la vida en el que cada uno sabía lo que tenía que hacer en cada momento, en el Rocío y donde fuera. La educación te lo daba, el respeto a los demás te lo servía, la inteligencia te lo brindaba. Había como un mandamiento del sentido común, hoy convertido en el menos común de los sentidos, un mandamiento que seguíamos a rajatabla: "Donde fueres, haz lo que vieres". Pero ahora... ahora parece contradecirse con premeditación, alevosía y ensañamiento; y hasta con nocturnidad en el caso del Rocío. Llevan el rock hasta donde siempre estuvieron las sevillanas y los fandangos o los cantes por requiebros de tantas madrugadas. Llevan la cadera de Elvis o la bachata del Guerra, para que Memphis o el Caribe destierren a la Marisma. Aporrean el íntimo piano de Manuel Pareja-Obregón para hacernos mártires de un compás que no sabe de arenas. Y, más que nunca, lloran los pinos del coto despidiendo a las carretas y a una época en la que la gente sabía lo que tenía que hacer en cada momento.
Dicten bandos, pregonen por todas partes los viejos alguaciles cómo tenemos que dar cada paso, como si el mundo fuera un torpe bebé en andador. Tan torpe que quizás tampoco entienda qué son los bailes y cantes tradicionales. ¿Lo explico con la letra de aquella sevillana en la que nos quedamos bien tranquilos de que se larguen del Rocío los que sobran en su Romería: Déjala, déjala, déjala que se vaya, entre lirios marismeños y amapola coloradas; si no le gusta el tambor ni el alba por la mañana, si no le gustan las costumbres de tu tierra soberana, déjalos, déjalos, déjalos que se vayan...
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