DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Análisis

Gerardo Pérez Calero

Catedrático y académico

2023: dos aniversarios artísticos sevillanos

El autor reflexiona sobre las figuras de Eduardo Cano y Virgilio Mattoni

El año que ahora comenzamos viene cargado de efemérides artísticas con evocaciones y exposiciones, sobre todo en el ámbito de las artes plásticas y más concretamente de la pintura. Si por una parte se celebran, entre otros, a nivel nacional el centenario de la muerte de Joaquín Sorolla y, por otra, el medio siglo del fallecimiento de Picasso, a escala internacional; en Sevilla tenemos también dos aniversarios que podemos y debemos conmemorar de la misma manera, tal vez sin la aparente repercusión mediática que las anteriores, pero sí con la satisfacción de que se trata de dos destacados artistas hispalenses de los siglos XIX y XX: Eduardo Cano de la Peña (marzo de 1823-1897) y Virgilio Mattoni de la Fuente (1842-enero de1923), de los que celebramos bicentenario y centenario respectivamente.

Eduardo Cano es un madrileño que vino a Sevilla contando apenas dos años con ocasión del traslado de su padre, Melchor Cano, como arquitecto mayor de la ciudad entre 1825 y 1840, a quien se deben obras urbanísticas encargadas por el Asistente de la ciudad José Manuel Arjona, entre otras, el mercado municipal de la Encarnación.

Cano es nombre puente entre las estéticas romántica y realista pues, si bien aborda en su primera época obras que rezuman sentimiento y atractivo propios de la era isabelina, lo suyo será sobre todo la erudición histórica reflejada académicamente a modo de manual de pintor de historia (Francisco de Mendoza, 1870). Lo acreditan sus dos medallas de primera clase otorgadas en las dos primeras Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid: 1856 (Colón en la Rábida. Palacio del Senado, Madrid) y 1858 (El entierro de limosna de D. Álvaro de Luna. Museo Nacional del Prado). Sin embargo, y pese al prestigio alcanzado con tal estética mediante sus grandes y declamatorios cuadros de historia, también le tocó vivir el auge de la pintura neorromántica, que por entonces estaba prestigiando el reusense Mariano Fortuny. Como tal, pintó obras coloristas y de técnica impresionista como la deliciosa y rica en iconografía Una escena en Sevilla (1871. Bowdoin College Museum of Art. Maine, Brunswick (EEUU). También fue un esmerado retratista, que recibió encargos de las más prestigiosas instituciones sevillanas civiles y religiosas, como son los que efigian a los duques de Montpensier (Palacio de Riofrío), con los cuales tuvo una estrecha relación a través de Joaquín D. Bécquer, a cuyo sobrino Valeriano también retrató (propiedad particular), el que hizo al cardenal sevillano Nicolás Patricio Esteban Wiseman (Patrimonio de la Universidad de Sevilla), etcétera.

Si la actividad de Cano como pintor es relevante, no lo es menos su papel docente como maestro de una pléyade de buenos pintores sevillanos de la siguiente generación. Algunos de ellos llegaron a alcanzar nivel internacional como José Jiménez Aranda, José Villegas Cordero y Emilio Sánchez Perrier, también José García Ramos, Andrés Parladé, Gonzalo Bilbao, etcétera. Uno de los más cercanos al maestro es, precisamente, Virgilio Mattoni, del que se cumple este mes de enero el centenario de su muerte.

Mattoni llevó a su plenitud las enseñanzas de su maestro, sobre todo en el ámbito de la pintura de historia. Pintó en Roma con esta temática el soberbio cuadro Las termas de Caracalla (propiedad particular). Pero el más conocido y con el que consiguió medalla en la Exposición Nacional de 1887 es el célebre titulado Las postrimerías de San Fernando (depositado en los Reales Alcázares de Sevilla). Sin embargo, al ser pintor de la siguiente generación, evolucionó hacia estéticas más acordes con su tiempo, dada además su erudición y enorme cultura.

Estudió en Roma entre 1872 y 1874, año éste último en que murió allí el citado Fortuny, de quien el sevillano aprenderá la modernidad artística. Abordó la pintura simbolista, a la que interpretó con obras cercanas a la estética de prerrafaelistas como Rossetti, tal como podemos ver en la capilla del Sagrado Corazón de la iglesia sevillana de San Andrés o en la bellísima Anunciación (1897) de la catedral. También cultivó someramente el modernismo.

Pero Mattoni, además de excelente pintor con una obra variopinta y desde luego desigual en calidad, es un gran erudito, poeta, escritor y crítico de arte. En la catedral y en el Real Alcázar dejó muestras de su saber en el ámbito de la conservación del patrimonio artístico colaborando en el campo de su especialidad, entre otros, con el erudito José Gestoso. Como escritor de arte es suyo el artículo Sevilla en sus pintores con ilustraciones de su propia mano, que forma parte del corpus del libro que publicó en 1920 el Ayuntamiento de la ciudad titulado Quien no vio Sevilla…, en el que muestra su notable conocimiento de la pintura sevillana.

El Ateneo de Sevilla, al cual estuvieron vinculados como a otras señeras instituciones, dedicará este año sendas y merecidas sesiones a su memoria.

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