Tacho Rufino

Los fraternos navajazos

el poliedro

La semana ha estallado entre el fuego amigo y el comienzo del camino hacia una estructura más sensata de fuerzas políticasLa Administración nos protege de las luchas intestinas de partidos en continua redefinición

13 de marzo 2021 - 02:34

La semana política ha sido de reyertas entre parientes, las más encarnizadas de las lides. La minipolítica de la derecha española se revoluciona de pronto en dos días, y en su juego fraterno gana el PSOE de Ferraz y el repentino imperator, Sánchez, a quien se le puede censurar todo menos su vocación de poder y su exitosa estrategia personal. También gana Vox. Ambos crecen en expectativas de voto, en este periodo preelectoral que no debiera serlo: los meses entre unas elecciones -de todo tipo- y las siguientes se alargan y embarran la gestión de la cosa pública. ¿Qué otra cosa es la política democrática sino la búsqueda del poder y el salvar la espalda baja en tu propio partido? La periférica Murcia ha sido el detonante de un estallido de intereses entre facciones que se enfrentan. Ayuso en Madrid y Juanma Moreno en Andalucía han movido ficha, y no son fichas comunes a pesar de compartir militancia; Arrimadas busca que Ciudadanos no sea un lazarillo de un Casado que parece declinar sin remisión, y le hace el caldo gordo a Sánchez, que mata -mataría- dos pájaros de un tiro: el PP, uno; Iglesias, otro, que le quita el sueño, como ya predijo en una de sus trolas solemnes: Ciudadanos debió ser el socio de gobierno del PSOE en los últimos comicios, y puede volver a serlo. Compañeros de cama extraños, ya saben: cómo se puede ser constitucionalista con socios clave como Podemos o ERC, sino con malabares. Muchos votantes conservadores aplaudirían una fusión del llamado trifachito, les gustaría poder votar a un partido, y no debatir su voto entre tres opciones.

La fragmentación de siglas que ocasionó la crisis del 2008 y la previa corrupción del poder -que corrompe, siempre- está transitando, pendularmente, hacia una nueva suerte de bipartidismo que es un melón por calar. El PSOE andaluz vigente -el susanismo- es íntimo enemigo de quien ostenta el mando nacional con inesperado éxito, el presidente del Gobierno. Asistimos a un desafío de pistoleros en la derecha y en la izquierda. "En este sitio no cabemos los dos, forastero". O los tres. Y ahora las costuras de este país crujen no sólo por el afán innegociable de un separatismo de los prósperos, que ven su convivencia dinamitada en la calle, pero que van a lo que van. Sino también por políticos profesionales que -como Aguado en la loba capitolina-se ven abocados a buscarse trabajo fuera del partido. Por enfocar en Andalucía, Moreno y Marín, presi y vice, popular y de Ciudadanos, están a partir un piñón: ambos están en el punto de mira de sus jefes estatales. El terruño impera. O no: impera el sálvese quien pueda. Gana Sánchez, gana Vox.

En esta semana convulsa -y pasando a tope del gran reto nacional, la vacunación masiva-, mucha gente ha vuelto a lamentarse de lo mezquina que es nuestra clase política. Como si ésta no fuera un trasunto de nosotros mismos, aquellos a quienes que votamos (o no). Ante este circo, debemos congratularnos de tener una Administración pública que, con un motor Perkins, sigue su rumbo al trantrán, y garantiza el funcionamiento de las cosas comunes. Hace unos días, un alto cargo -un técnico de valía contrastada, de esos que fagocita el politiqueo- se mostraba desencantado; me vino a decir: ya no vas a ver más que apparátchiks en los medios, políticos profesionales brujuleando dentro de su partido, haciendo cábalas electorales. Militantes alfa, a los que le importa un bledo la gente, que no van a parar de chupar cámara. Uno, desencantado, querría un bipartidismo con bisagras progresistas: ecologistas, animalistas. Pero no, esto es España. Que eppur si muove, con la venia de Galileo. Aquí no hay sitio para tanta ambición. La reyerta fraterna acabará: cuanto antes, mejor.

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