Pesadilla turístico-cofradiera

Un mal sueño, una pesadilla que protagonizan los turistas, no los viajeros que son otra cosa bien distinta pues conocen y respetan, el turista no. Me recuerdan esa “gente fea y sucia” que citaba Joaquín Romero Murube en sus memorias de la niñez. Por cierto, les recomiendo que lean su maravilloso libro Pueblo lejano. A Joaquín le dolía Sevilla, no sé si llego a tanto pero desde luego que siento pena. Pena nostálgica ¿por qué no decirlo? por la ciudad de los años de juventud. Pena lacerante y rabiosa por lo que cada día pierde Sevilla. Esta ciudad es como una obra de arte que no se cuida, sus trozos deteriorados se pierden, cada uno de ellos se podría recrear, pero ya los que eran auténticos son irrecuperables.

Un día es un rincón o un sonido, otro algo más tangible como un comercio, un árbol, un pavimento… o un bar. A veces la pérdida de estos está oculta bajo una apariencia de que “todo sigue igual”, pero ya no tienen lo más importante: sus clientes sevillanos que le daban su ambiente y su alma. Estos clientes se van retirando de bares “de toda la vida”, invadidos por los turistas gritones y amigos de lo tópico para almorzar desde las doce de la mañana. Van copando los bares que eran cobijo de nuestra vida cotidiana y nuestra sociabilidad, además muchas veces no hacemos nada por evitarlo, nos retiramos dejando de ir a ellos cuando deberíamos reconquistarlos.

La pesadilla fue horrible. Soñé que en las cofradías de Semana Santa pasaba exactamente lo mismo que hoy es la realidad en los bares de toda la vida. Siempre han venido viajeros e incluso turistas a Sevilla en Semana Santa, bien estaba y está, pero en el sueño era distinto. En la pesadilla vi que a los traslados, cultos, ensayos… y a las propias cofradías solo asistían guiris, y los sevillanos huíamos a las playas o a otras ciudades. Creo que este sueño debía estar ocasionado por un recuerdo de niñez, quizás de 1966, cuando como banda de cruz de la Hermandad de la Paz salieron Marines de la base de Rota. Mejor que haya sido por un mal recuerdo que por una premonición, ojalá.