cuchillo sin filo

Francisco Correal

Anatomía de un instante

28 de septiembre 2012 - 01:00

ESTABA Javier Cercas promocionando su próxima novela mientras que todos los telediarios, las radios y los periódicos, y no sólo en España, se referían a su obra anterior. En Anatomía de un instante, el extremeño afincado en Cataluña ralentiza el tiempo, lo exprime en una parsimonia hammetiana para fotografiar aquella nefanda tarde en la que un grupo de guardias civiles pretendió tomar por la fuerza el Congreso de los Diputados y anular los designios de la soberanía popular secuestrando a los depositarios de la misma. Desde entonces, hace más de treinta años, nadie había vuelto a intentar esa felonía desde posiciones ideológicas antagónicas, pero idéntica profilaxis salvadora de un país a la deriva, patria sin rumbo.

La actualidad de la ¿novela? de Cercas la han alimentado la muerte de Santiago Carrillo y el octogésimo aniversario de Adolfo Suárez, dos de los principales protagonistas de Anatomía de un instante. La imperfecta transición se sujeta en la habilidad negociadora, el pragmatismo y la capacidad de renuncia de estos dos representantes de Españas enfrentadas que terminaron siendo cómplices e incluso amigos. Y sobre ese legado han escupido los que pretendían hacer un butrón en el Congreso de los Diputados en lugar de acceder de la única manera legítima: el designio de las urnas. Dividan el número de votos escrutados en las últimas elecciones entre el número de manifestantes del día 25 y tendrán una justa medida de esa olita vendida como tsunami. Observación compatible con la evidencia de que las dificultades para llegar a final de mes se multiplican, no se ven luces de esperanza y si alguna se enciende no es del final del túnel sino un tren que viene en sentido contrario.

Mantiene Cercas en el final de Anatomía de un instante que la resolución del 23-F significó el final de la Guerra Civil cuarenta años después de su triunfalista clausura oficial. Los que querían colarse en el Congreso siguen manejando esa dialéctica y en su fuero interno no le perdonan a Miralles que le salvara la vida a Rafael Sánchez Mazas en el episodio central de Soldados de Salamina, la ópera prima de Javier Cercas. Menos mal. Nos habría privado de paladear El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio.

El legislativo cercado y el jefe del Ejecutivo en Nueva York. Aprendiz de ese Felipe González reconocido en el extranjero cuando empezaba a perder el crédito de sus paisanos. La progresía antiyanqui se reconcilia con el dólar y la hamburguesa por las fotos del New York Times y la hilarante propuesta de Oliver Stone en el festival de San Sebastián para que Aznar declare ante el tribunal de La Haya. Nunca se le oyó en ese mismo foro una ocurrencia semejante para De Juana o Josu Ternera.

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