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Gudelj y la vergüenza de los médicos destituidos

Lo ocurrido en El Arcángel pone en valor a unos profesionales mal valorados que sufren ya casi tanta presión como los entrenadores

Gudelj, atendido por una UVI móvil en el estadio El Arcángel.

Gudelj, atendido por una UVI móvil en el estadio El Arcángel. / Miguel Ángel Salas

Cuando lo banal en el fútbol pasa a un segundo plano, cuando comportamientos, decisiones, una mano convertida en penalti por el VAR, una expulsión injusta, una recaída de una lesión, un fichaje que no rinde... generan tanto odio desde el anonimato de las redes sociales o insultos destemplados desde el cobarde arropo de la colectividad en la grada de un estado, llega el indescifrable orden de las cosas y convierte todo eso en lo menos importante.

El susto en El Arcángel me provoca una sonrisa interior entre maliciosa y de vergüenza ajena al recordar cómo dirigentes de nuestro fútbol metidos a presidentes de festejos taurinos osan destituir a médicos a los que una vez confiaron la salud de sus deportistas por no recuperarlos a tiempo o por la proliferación de lesiones. Lo que quedaba por ver es que los médicos dependieran ya, como los entrenadores, de los resultados cuando en la mayoría de los casos la remuneración que perciben de los clubes no alcanza para la dedicación completa y tienen que alternar el tratar con el caprichoso tuercebotas de turno, el directivo enterado y el técnico que presiona para acortar los plazos con los terrenales pacientes de sus consultas.

Dragisa Gudelj, desde el primer día que lo vi en el filial del Cádiz, me sorprendió por su personalidad desde el perfil izquierdo de la defensa. Velocidad, buen sentido del juego y saber perfilarse –lo que muchos centrales en Primera no pueden decir– eran virtudes que combinaba con un desplazamiento de zurda en largo espectacular e impropio de un jugador de Segunda RFEF. En enero ya lo había cazado el Córdoba, un líder intratable entonces en el que se hizo titular al muy poco tiempo. Ahora, en una categoría superior, estará para siempre agradecido a unos servicios médicos que tienen que vivir con una presión que no les corresponde y que son muchas veces injustamente tratados por quienes son los primeros que deberían salir a defenderlos a la mínima duda.

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