Amedida que avanzan los días de confinamiento y que los datos de muerte y contagio se van suavizando -aunque todavía queda mucho para que podamos respirar tranquilos-, se extiende por Sevilla un manto de pesimismo sobre lo que nos espera cuando la vida normal recupere poco a poco su pulso. En cualquier conversación a distancia que se mantenga estos días con políticos, empresarios o representantes institucionales de la ciudad surge enseguida la preocupación por lo que está por venir. Es un pesimismo justificado: la crisis provocada por el coronavirus está haciendo ya estragos en el crecimiento económico y el empleo de todo el mundo y Sevilla no juega en esta partida con las mejores cartas. Su excesiva dependencia del turismo y la falta de otros sectores que tiren de la actividad y del empleo van a hacer que, de entrada, le cueste más trabajo levantarse que a otras ciudades con tradición industrial o tecnológica. Pero tampoco hay que dejarse llevar por un derrotismo que haga las cosas todavía más difíciles. El turismo volverá a ser un sector importante en un futuro no muy lejano. Quizás no el turismo como lo hemos conocido hasta ahora en Sevilla, masivo y de poco gasto. Seguramente será un turismo que seleccionará más las ofertas y que buscará valor añadido en la gastronomía o la oferta cultural. En ese sentido el trabajo que se ha hecho para impulsar la marca de la ciudad y atraer grandes eventos internacionales puede resultar estratégico si se acompaña de otras acciones. Sevilla goza hoy de una magnífica reputación como destino de riqueza patrimonial e histórica y aporta un plus de prestigio a cuantos actos se organizan, sean congresos médicos, citas deportivas o conciertos de estrellas internacionales. El trabajo que se ha realizado ha sido importante y llegará el momento de ponerlo en valor.

Pero no vamos a poder esperar a la reactivación del turismo. Antes habrá que acometer acciones urgentes que atenúen en la medida de lo posible los efectos de la dura crisis que ya está aquí. En cuanto se recupere cierta normalidad social va a ser el momento de aunar voluntades de gobierno y oposición municipal, Junta de Andalucía, sindicatos y patronal, empresas grandes y pequeñas y colectivos ciudadanos para acordar medidas que tiren hacia delante. El objetivo prioritario es que el empleo se deteriore lo antes posible y que Sevilla se prepare para una nueva situación en la que las recetas que hasta hace un par de meses funcionaban ya no van a valer. Si en España esta semana se va intentar poner en marcha una especie de reedición de los Pactos de la Moncloa en Sevilla deberíamos de ir pensando en unos Pactos de la Plaza Nueva.