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Recuerdo

Recuerdo cuando salía a toda prisa a la calle y levantaba la mano para detener un taxi a quien le pedía que me llevara a mi destino corrigiendo durante su trayecto mi impuntualidad

Recuerdo cómo sonaba el susurro del mar. El agua llegaba hasta la orilla donde, al desenvolverse sobre la arena de la playa, exhalaba su fuerza. Recuerdo que, tal rumor, calmaba mi alma del estrés de la ciudad. Hoy empiezo a perder su sonido como perdí el de la voz de mi madre. Recuerdo cuando salía a toda prisa a la calle y levantaba la mano para detener un taxi a quien le pedía que me llevara a mi destino corrigiendo durante su trayecto mi impuntualidad. Entre atascos y bocinazos que le hacían protestar por virajes peligrosos de otros coches, hablábamos de las cosas de la actualidad. Recuerdo cuando me arreglaba para salir a cenar. Mientras me duchaba pensaba qué vestido luciría esa noche. Elegía mentalmente mi ropa imaginando el efecto que produciría mi presencia allá donde Iba. Recuerdo que me secaba el pelo con mimo entreteniéndome en que, cada uno de mis rizos, favoreciera el contorno de mi rostro. Me pintaba de negro los ojos y mis labios con un fino carmín. Recuerdo cuando un muchacho me acompañaba caballerosamente hasta la puerta de mi casa. Recuerdo ir a dormir habiendo borrado el maquillaje de mi cara como quien pasa una nueva página de un cuaderno para escribir la siguiente, temprano por la mañana. Recuerdo tener dificultades para encontrar una mesa libre en el restaurante y hacer filigranas para que te dieran espacio. Eran hermosos los salones. Me encandilaban los luces cálidas cuya luz tenue hacia que las generosas decoraciones con sus manteles, vajillas preciosas y copas de cristales diferentes eclosionaran en espacios fascinantes. Los camareros te atendían con prisas por tener que servir a numerosas personas que abarrotábamos los comedores. Hecho de menos a mis primos. Recuerdo mantener la costumbre de seguir yendo al cine con mis amigos. Aún en una época donde ya prácticamente no se formaban colas, manteníamos la sana costumbre de comprar el cubo más grande de palomitas y una barra de regaliz negro. Recuerdo, ir a ver a mi querida amiga Melani Olivares y admirarle desde la platea del Teatro Marquina la magnífica interpretación que hacía en la obra “Entre ella y él” junto al formidable Carlos Chamarro. Recuerdo irnos juntos a cenar, hasta la madrugada. Recuerdo el roce de la túnica de La Candelaria cubriéndome la cara y sintiendo, tras las ranuras de los ojos, un lujoso confinamiento que acababa a las cuatro de la madrugada frente a ella, ya cansada. Recuerdo porque viví. Y espero seguir viviendo para dejar de soñar.

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