Sábado Santo

Vivimos en la espera absoluta del Sábado Santo. ¿Llegará el Domingo de Resurrección? ¿O todo se va a quedar en un eterno Viernes Santo?

11 de abril 2020 - 03:00

George Steiner, que murió hace poco, decía que el día más raro en toda la historia occidental era el Sábado Santo: “el día más largo”, el día en que ni la historia ni las Escrituras ni los mitos nos explican lo que ocurrió. Un día que simboliza el misterio absoluto, el silencio que nos anula y nos interroga, pero al que no sabemos cómo hacer frente. El Viernes Santo es el día del dolor absoluto, del Calvario, del fin de todas las esperanzas. El domingo de Pascua, en cambio, es el día del júbilo, de la resurrección, de la Utopía. El Viernes Santo representa lo que no queremos. El domingo de Pascua, justo lo contrario: lo que anhelamos, lo que esperamos, lo que soñamos. Pero en medio queda ese Sábado Santo del que nada sabemos. El sábado del silencio, el sábado de la espera que nadie sabe si valdrá la pena, el sábado de la duda, del temor, de la incertidumbre, de la desesperación, de la nada.

Curiosamente, ahora mismo vivimos en ese Sábado Santo. Y no sólo por el silencio -real, estremecedor- de las calles vacías y del encierro expectante en nuestras casas, sino porque ha ocurrido un cataclismo (la pandemia, el derrumbe económico) que estamos sufriendo sin tener ni idea de si podrá desembocar alguna vez en un nuevo domingo de Resurrección. Todas las certezas que teníamos (un empleo más o menos seguro, un modelo de sociedad, una protección social que creíamos indestructible) se han venido abajo en un segundo y no sabemos aún si podremos recuperarlas o si algún día volverán a ser reales. El domingo de gloria está más lejos que nunca. Y sólo tenemos a mano el silencio que inunda las calles. Y en medio de ese silencio, los gritos de todos los charlatanes que ahora intentan vendernos sus pócimas curalotodo y sus promesas irrealizables con la excusa de que contienen la receta mágica que va a llevarnos al domingo de resurrección. No hay nada más. Eso, y la tensa espera, la angustiosa espera.

¿Quién iba a decirnos hace un año que este Sábado Santo sería el Sábado Santo descrito por Steiner? Pues bien, aquí tenemos el silencio, el vacío, la espera desconsolada, la angustia, la desesperación. ¿Llegará alguna vez el Domingo de Resurrección? ¿O todo se va a quedar en una lenta repetición del Viernes Santo, replicada día a día igual que se replica el virus? Nada sabemos. Y seguimos escuchando -confusos, anhelantes- sin oír nada.

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