Antonio Naranjo

Sánchez declara la guerra a Albania

Es duro con el débil y débil con el duro. El débil es el constitucional y el duro, el insurgente

10 de junio 2021 - 01:45

Tiene Sánchez un punto temerario al que se le acaba cogiendo cariño, consistente siempre en bordear los precipicios a la espera de que el Iván Redondo de turno le rescate de los barrancos.

Su pasión por la adrenalina le lleva a ser duro con el débil y débil con el duro, si se entiende por débil al constitucional y por duro al insurgente, en esta España afectada por una ola de relativismo que deja a la pandemia convertida en un juego de niños.

Con Ayuso o Moreno se comporta como Pedro I El Grande, mientras ejerce de Boabdil el chico con Mohamed VI o con Pere Aragonès, los dos Chiquitos de la Calzada del momento.

Un tercio de la población española se concentra en Andalucía, que por potencial debiera ser California pero la han tratado como a Las Hurdes de Buñuel; y en Madrid, el único sitio del mundo que piensa que es mejor cualquier otro sitio del mundo.

Pero ni el despliegue de bonhomía, tranquilidad, lealtad y paciencia que ambas tierras presentan a su manera son suficientes para que Su Sanchidad deje de tratarlas como el enemigo imaginario de Wag the dog, aquella película de Barry Levinson, aquí traducida Cortina de humo, en la que el presidente americano se inventaba una guerra con Albania para tapar sus vergüenzas domésticas.

Mientras intenta hacer ver a la humanidad que el bueno de Moreno es el It de Stephen King y la campechana Ayuso una mezcla de Lady Astor y Cruella de Vil, aspira a que nos olvidemos de que Mohamed se cree el Moro Muza recuperando Al Andalus desde Ceuta y Pedrito Aragonès, nieto de alcalde franquista, un señor bajito inofensivo que hará algo bueno por España si se le regala primero la colección entera de pantalones del presidente.

De todas las tropelías de Sánchez, cuyo retrato aparecerá al lado de la entrada "sujétame el cubata" en la próxima edición de la RAE, la peor es la aparentemente más inofensiva: ese hablar del futuro como si no hubiera un pasado, salvo para resucitar a Franco y hacer de Val Helsing con Drácula, que le convierte en un negacionista del presente.

Lo de castigar dos años y medio a 8.4 millones de andaluces porque tienen de presidente a Moreno o lo de ir de Napoleón contra los seis millones de peligrosos fascistas de Madrid mientras se anuncia Un mundo feliz para 2050 y se practican nuevas posturas de kama sutra político con Junqueras u Otegi, sólo puede hacerse con ese tipo de escrúpulos que Woody Allen les adjudicaba a sus padres en uno de sus monólogos:

"Y mis padres por fin se dan cuenta de que he sido secuestrado y se ponen en acción rápidamente: alquilan mi habitación".

Así es Sánchez, el tipo de tipo que declara la guerra a Albania, a Andalucía o a Madrid mientras la cuadrilla del bombero torero, con turbante o con barretina, despelleja la piel del toro con el cuchillo que les ha regalado.

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