Curiosamente, o lamentablemente, en fútbol suele pasar que errores clamorosos no sólo no son sancionados, sino que hasta hay veces en que parecen ser merecedores de premio. Desde que se instauró el VAR como herramienta correctora de errores, los fallos más o menos comprensibles han proliferado, yendo de leves a graves cuando no merecedores del adjetivo de escandalosos y uno de éstos se produjo este pasado domingo.

Se dio el error en San Mamés, rodeo proclive a que sea raro que el propietario sufra algún estropicio arbitral. Visitaba la Catedral el Granada y todo discurría con normalidad cuando se produjo un lance que bien pudo ser corregido por el artilugio corrector. Lo interpretó ese perito del otro fútbol que es el navarro Raúl García, que se lo guisó y comió solito para que los leones encarrilaran el asunto, picó el árbitro y, curiosamente, no fue corregido por los presuntos correctores.

La interpretación fue memorable. Cordero Vega, juez del pleito, tragó ante la picardía del navarro y en la tranquilidad del VOR, un tal Pizarro, Valentín Pizarro Gómez, de Ciudad Real y afiliado al colegio madrileño, no dijo ni mu. Había sido clara falta de Raúl, pero todo acabó de forma rocambolesca e incomprensible. Penalti y a tirarlo hasta que lo marcara el propio infractor. Bueno, pues tamaño error ha tenido premio para el llamado Pizarro, premio por vía de urgencia.

Y es que el que dice llamarse y se llama Valentín Pizarro y Gómez por su madre será el encargado de que las cosas discurran por cauces reglamentarios el domingo en Heliópolis. Y a Heliópolis quien viene es el Athletic Club de Bilbao, el equipo que sacó adelante su partido con el Granada ayudado por un clamoroso error arbitral que no fue corregido por el VAR que esa tarde manejaba el susodicho Pizarro. ¿No había otro colegiado disponible? Ni queriendo se hace peor.