La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

¡A la calle, cofrades, a la calle!

Urge tomar medidas para que las cofradías puedan cumplir con su finalidad de dar culto público sin mayores dilaciones

¡A la calle, cofrades, a la calle!

¡A la calle, cofrades, a la calle!

En Bellavista, en Huévar del Aljarafe, en Pilas y en Alcalá de Guadaíra han salido las imágenes. La diócesis de Sevilla tiene más de seiscientas corporaciones con miles de miembros que han asistido hasta ahora sin decir ni mú a la celebración de torneos de fútbol, vueltas ciclistas, mítines políticos, conciertos, corridas de toros, manifestaciones, etcétera. Con medidas especiales, con regulación de aforos, con más o menos vallas, pero se han celebrado. La religiosidad popular es quizás el mayor elemento vertebrador de la Andalucía que vivimos. Es lógico que las primeras manifestaciones de culto público hayan comenzado. Primero en Arcos, ahora en Sevilla, donde un decreto del pasado mayo restringe mucho las opciones. Ha habido imágenes en las puertas de los templos para rezos del Rosario o misas. Monseñor Saiz deberá dar pronto una respuesta.

El Arzobispado de Sevilla, con monseñor Asenjo al frente, fue la primera institución en prestar ayuda económica a la Administración en la lucha contra la pandemia: 300.000 euros que salieron de las arcas de la Catedral, Cáritas y de la propia Curia. La Iglesia de Sevilla ha estado a la altura de la tragedia desde el primer minuto. Ahora urge adecuar la norma para que las hermandades, con fuerte y hondo arraigo en la sociedad, puedan poco a poco cumplir sin complejos, pero con prudencia, con los fines que tienen encomendados desde hace siglos. Las hermandades, que tantas veces se mueven en la frontera de la fe, son el mejor rompeolas contra el laicismo majadero que tiene la Iglesia en Andalucía. No conviene dejarlas en un segundo plano, ni tomarlas como entidades de católicos de segunda categoría, pues si no fuera por ellas hace tiempo que la ola de frío espiritual, relativismo y pérdida del sentido trascendente que azota Europa hubiera calado por estos lares. De acuerdo en que la Iglesia de Sevilla es mucho más que el mundo de las hermandades, pero también es cierto que esa misma Iglesia no se entiende sin ellas. Seguro que monseñor Saiz emplea la mano izquierda debida para saber encauzar la necesaria recuperación de la normalidad y toma las medidas para que las cofradías puedan celebrar sus cultos públicos.

En primera instancia fueron los recursos económicos, después la atención a miles de desfavorecidos en comedores sociales -todos de la Iglesia- y ahora debe ser la recuperación de cierta presencia en las calles. No se entiende que en otros ámbitos se haya retomado la actividad, en algunos casos con escandalosa normalidad, y que, en cambio, con las cofradías no haya un solución adecuada. Hay que despejar las dudas del mal olor. Nada mejor que el incienso.

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