La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las calles más incómodas de Sevilla

Águilas, Cabeza del Rey Don Pedro, Fabiola, la esquina de la Campana con el Duque... La lista negra es amplia El pasteleo de las casetas de la Feria de Sevilla Koldo, la pulga llega para quedarse

La estrechez de la calle Águilas.

La estrechez de la calle Águilas. / B. V. (Sevilla)

Ahora que tanto se debate sobre las zonas saturadas de pisos turísticos, que son los verdaderamente problemáticos, mucho más que un edificio dedicado por completo a apartamentos turísticos, podríamos abrir un nuevo tema de tertulia: las calles y plazas más incómodas de Sevilla para el sufrido peatón. Porque los viandantes, ironías del destino, son en muchos casos los grandes sacrificados de las políticas de peatonalización. Y los árboles, por cierto. ¿Ha probado a cruzar la calle Cabeza del Rey Don Pedro, en el tramo por donde estaba la consulta del inolvidable doctor Yebra? Como le sorprenda de pronto un coche no tiene refugio seguro. ¿Ha experimentado el deporte de riesgo de pasar por la estrechez de Águilas con un carrito de bebé o con la Samsonite? Le pasa más cerca el retrovisor del coche que el pitón de un miura a Ruiz Miguel. En un centro con cada vez más turistas y con escasos vecinos, pero muchísimos de edad avanzada, es un suplicio la convivencia de automovilistas, vehículos de carga y descarga y peatones. Muñoz y Pabón era un gran escritor y canónigo que es homenajeado en una calle terrorífica donde cada día porfían peatones envalentonados y conductores crispados. Los primeros tienen la preferencia de paso respecto a los segundos, pero los segundos, claro, van blindados en el coche. Es la ley del más fuerte. Menos mal que está cerca la Farmacia la Perla para cualquier incidencia. En la muy cercana Vírgenes no se sabe si es mejor ir a pie o en coche. La angustia está garantizada, sobre todo si en ese momento se encuentra con un grupo de escolares.

Sigamos con los puntos negros para el peatón. Uno de los mayores sin duda está localizado en la esquina de la Plaza de la Campana con el Duque, un espacio todavía más estrecho por un cajón de obra que convierte el punto en negro zaino, de los más incómodos en el centro comercial. Anoten como muy incómoda la estrechez de Fabiola, en el tramo de fachada donde están las ruedas de molino, por donde tienen que pasar los taxis para alcanzar la calle Mateos Gago (invadida por los comederos) o salir hacia Santa María la Blanca (ocupada por las terrazas en todas las narices de la Consejería de Cultura). En el fondo uno de los milagros de Sevilla es la convivencia del tráfico rodado con los peatones por una trama urbana proyectada para carruajes. Pero, oiga, vamos tirando a base de paciencia. Podemos estar hasta orgullosos. La vieja reivindicación del carril bici de los años ochenta debería mutar hoy en la exigencia de carriles verdaderamente reservados para el paseante. Cada vez que se anuncia una peatonalización hay que echarse a temblar. Pierden los viandantes y los árboles, ganan las terrazas de veladores y las pasan canutas los vecinos con cocheras. Pero somos una ciudad más habitable. Y no me negarán que se duerme mucho mejor sabiendo que Sevilla es más habitable. Ni diez ovejas se cuentan y ya está uno en brazos de Morfeo soñando con grandes avenidas con sombra, fuentes de agua y sin coches ni chirimbolos. Zzzzz…. Tururú. 

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