EN la hora de su despedida de Sevilla, le he leído a Carlos Amigo, amigo de todos, bien es cierto, que lo mejor ha sido estar con las personas. Así ha sido, pues verdaderamente Carlos Amigo Vallejo, fray Carlos como a él le gusta que lo llamen, ha sido a lo largo de estos 27 años de arzobispo y luego cardenal, una persona cercana, preocupada por la sociedad que le ha rodeado, conciliadora y dialogante.

Ha estado, sí, con las personas, especialmente con los que sufren y su voz nunca ha faltado cuando ha hecho falta alguien que piense en los necesitados de afecto, en los agobiados por la incomprensión, en los maltratados por la vida.

Creo que Carlos Amigo se ha hecho de Sevilla a la vez que Sevilla se ha ido haciendo de él. Impulsado por su fe, ha sabido sin embargo compartir con todos su marcado sentido de la solidaridad y ha hecho que la Iglesia de Sevilla haya sido más cercana y siempre abierta a comprender las necesidades, problemas y anhelos de todos.

No es casual que haya elegido la festividad de Santa Angela de la Cruz para anunciar su despedida. Sin duda que ha sido una hermosa manera de mostrar sus vínculos con Sevilla y con Andalucía y su compromiso con quien menos tienen.

El paso del tiempo es el que le hace renunciar a su tarea en Sevilla, pero también estoy seguro de que el paso del tiempo nos dará una medida justa y acertada de la dilatada y fructífera prelatura en Sevilla de este franciscano que siempre podrá decir que Sevilla y Andalucía son su tierra. Estoy también convencido de que su figura será todo un ejemplo para su sucesor, el nuevo arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo.