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Carlos Colón

¿Ni para los debates sirven las públicas?

CUANDO empezó a pasar la interminable cinta con lista de nombres de los títulos de crédito finales del debate del pasado lunes creí que lo que acaba de ver era Lo que el viento se llevó o Los diez mandamientos. Incluso la trilogía completa de El Señor de los anillos. ¡Cuántas criaturas, Dios mío! Así se comprende que la cosa costara los 550.000 euros que la Academia de la Televisión estima un presupuesto "muy ajustado" para la calidad del acto organizado. No estoy de acuerdo. Ni en la calidad del acto -oratoria, ideológica o audiovisual-, ni en lo ajustado del precio. ¿Para qué puñetas está TVE? Allí, leo, todo habría costado 50.000 euros. No digo yo que los hubieran sentado en el decorado del comedor de Cuéntame, aunque alguna colleja de Antonio Alcántara se merecieron los contendientes, o en el de 59 segundos, aunque en algún momento habría sido oportuno que a los micrófonos se los tragara la mesa.

Algún plató equipado con cámaras, una mesa y tres sillas habrá en TVE, ¿no? Porque es difícilmente tolerable que se gasten 550.000 euros en organizar fuera de allí un debate cuyo tema más grave era la crisis económica, la necesidad de políticas de austeridad para no dañar los servicios públicos esenciales y la tragedia de los cinco millones de parados.

Un espectáculo de despilfarro que insulta a los ciudadanos, lo ha llamado el candidato de UPyD por Madrid. Lo suscribo. Por ética y por estética no se puede montar un plató y movilizar a un regimiento de técnicos para grabar fuera de TVE el debate de las elecciones de la crisis. Para algo habrán de servir las televisiones públicas. Y algo deberán garantizar, por su propio carácter público, en lo que a la calidad y la objetividad se refiere. ¿O es que ni tan siquiera quienes las alimentan se fían de ellas?

De no ser en TVE, y dado el carácter grotescamente superpactado, hiperguionizado y ultra asesorado por expertos hasta en los menores detalles de vestuario y maquillaje de estos debates, propongo que el próximo se celebre en el plató de Sálvame de luxe, incluyendo el paso de los candidatos por la caja; y que sean los colaboradores habituales del programa quienes les pregunten y su presentador quien actúe como moderador. Así por lo menos la cosa sería más divertida y probablemente más interesante que este duelo de monologuistas moderados por un presentador que no desentonaría anunciando las visitas en el Versalles de Luis XIV. Además recordaría a los patricios obligados a luchar por los gladiadores en Espartaco, que siempre desahoga mucho ver cómo se invierten los papeles. Y saldría mucho más barato.

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