AFORTUNADAMENTE, el fútbol auténtico, el de los puntos en juego, vuelve esta tarde y por lo que nos concierne, por partida doble. Se abre todo con un Betis-Huesca y se cierra con un Atlético de Madrid-Sevilla, para que se le caiga la cara de vergüenza a los que todavía manejan la barca verde, blanca y verde. Casi nada la diferencia existente entre las dos aceras del fútbol sevillano, pero es que, recordando lo de la otra noche en cierto hotel heliopolitano, resulta extraño que las distancias no sean mucho mayores. Qué pena de Real Betis Balompié, cómo se mancilla su nombre, cómo sirve de mofa para los enemigos...

Recuerdo cuando el Betis que ganó la primera Copa del Rey se fue a Segunda cómo su presidente hizo un nobilísimo acto de contrición en la asamblea anual para que todos los asistentes le respondiesen con una ovación que todavía resuena por los rincones del salón de actos del Colegio Claret. Pero, claro, estamos hablando de una asamblea en la que todos, absolutamente todos, iban impulsados por un motor común, el amor al Real Betis Balompié. Aquel presidente era Pepe Núñez, un bético señor o un señor bético, qué más da, el mismo señor que, harto de sufrir con lo que ve, ha renunciado a seguir siendo socio de una auténtica farsa.

Porque, ¿alguien duda de que este Betis es una farsa? Los hechos de llevar saboteadores a la junta general, el no dejar expresarse a los accionistas que así lo deseaban, no hablar para nada del descenso que hoy propicia un sórdido Betis-Huesca o desayunarse con la versión oficial de dicha junta es para coincidir en que del Real Betis Balompié sólo queda el nombre. Cuando el descenso del 78, el beticismo se apiñó porque estaba claro que había sido un accidente de los muchos sufridos por el sevillanísimo club verde, blanco y verde. Lo de ahora no tiene nada que ver con aquello; lo de ahora es una vergüenza, es como una productiva fábrica de hacer sevillistas.