Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

La fuerza innegable de un no rotundo

Quien pedía el sí a su "patochada" estaba pidiendo a gritos recibir un no por respuesta

Muchos de los males y de los pesares que nos afligen a lo largo de la vida y que nos perseguirán hasta el final de nuestros días se deben a nuestra incapacidad para no haber dado un no a tiempo, un no cuando tocaba. Decimos sí, y es una claudicación. ¿Los motivos? A saber: desde el miedo a alguien que consideramos más poderoso o influyente que nosotros y a quien la negativa puede empujar a hacernos la vida imposible -o eso creemos- hasta la buena intención de no molestar, para qué, se dice sí y ya está, qué más da. Otro más.

Decir sí es mucho más fácil. Decir sí está tirado. Decir sí no cuesta nada. Y se pronuncian síes a los que en realidad no querría darse salida en las alturas y en las bajuras. Es decir, se consiente con un sí en los salones regios y en los despachos de gobierno y en los parlamentos y en los consejos de administración y se consiente con un sí en la intimidad de la alcoba y en el calor de la cocina y en el confort del sofá. Y se sueltan síes en las grandes finanzas y en las cuentas domésticas cuando se debía haber oído un no rotundo, un no categórico. Y así nos va después con los malditos números.

El no es doloroso y es purificador. Escuece y estimula.Pero decir no es complicado. No sólo siente su golpe el que lo recibe. Quien endiña un no realiza previamente un notable esfuerzo. Tiene que hacerlo: el no que quiera servir para algo tiene que estar argumentado, con unos cimientos sólidos. El no tiene que erigirse intratable. Más aún, inexpugnable. Una vez que está levantado, tiene que ser indestructible, no puede correr el riesgo de desmoronarse. Dar un no porque sí, como se les da a los niños, uno de esos de "porque lo digo yo", es un no de mierda. Vale tanto como esos síes que se les da a los tontos o a los plastas para que te dejen en paz o como los que sueltan los cobistas a aquel que sólo quiere oír sí, sí, sí a todo lo que dice. Son como ese sí que huele a canguelo y que tantas veces hemos oído decir en el cine al capo de la mafia. El problema es que muchos de estos síes mueven el mundo. Y así giramos…

Estos días andan muchos dándole vueltas a un no colosal sobre el que en principio se cernían las sombras. Y sin embargo, a pesar de su monumentalidad, era un no lógico desde el principio. En numerosas ocasiones es quien solicita el sí quien pide a gritos recibir un NO por respuesta, una contestación negativa, un revés a sus pretensiones. Escuchando los motivos y las razones en las que se basaba quien pedía el sí a su "patochada" no quedaba la más mínima duda. Ahora sólo cabe desear que los cimientos de ese no nunca jamás se resquebrajen.

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