La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Las gildas conquistan Sevilla
Según la RAE el neologismo perroflauta se documenta por primera vez, con la acepción “persona, generalmente joven y de aspecto desaliñado, que toca la flauta como medio de subsistencia y suele ir acompañada de un perro”, en 2005, en un artículo de M. Cebrián publicado en La Vanguardia. Tiene connotaciones positivas o peyorativas de acuerdo con la tendencia ideológica de la persona que la emplea. Su uso peyorativo se generalizó a partir del 15-M.
Solo con connotaciones peyorativas habría que inventar otras palabras –perrocerdo, mascoguarro– para aplicarlas a la evolución de las personas que adornan las calles con las deposiciones de sus perros o mascotas (esta forma de llamar a los animales de compañía me resulta irritante si no se limita al carnero de la Legión o a Shirley Temple en el regimiento del sargento Victor McLaglen y el coronel C. Aubrey Smith). Se trata de una evolución porque, afortunadamente, ya son una minoría quienes dejan el regalito de su perro en la calle tras verlos con tierna mirada arquear el lomo, soltar lastre y arañar infructuosamente los adoquines o las losas para taparlo.
Hemos evolucionado. Ahora la mayoría de los dueños de perros va con su botecito de agua con jabón para el pipí y con su bolsita de plástico para la canina (la forma castellana más antigua, del siglo XIV nada menos, de llamar al excremento de perro). Una vez recogida, esa mayoría cívica tira la bolsita a una papelera o un contenedor. Perfecto. Pero ha surgido una intrigante subespecie que, con refinamiento sádico, lleva la bolsita, recoge el regalito de su perro y –¡atención!– la tira al suelo. Hay que ser cabrón o cabrona. Queda la bolsita con su contenido en la calle hasta que alguien inadvertidamente la pisa o, si es calle con tránsito de vehículos, un coche aplasta la plasta. Quedando a la vista el poco estimulante espectáculo del excremento saliendo de la bolsita espachurrada.
Por qué alguien se toma la molestia de comprar las bolsitas, salir de su casa con ellas y recoger la cagada para después tirarla es uno de esos misterios que hacen tan desconcertante la naturaleza humana. ¿Quieren evitar que alguien les llame la atención si dejan la caca en exposición, haciendo como que la recogen para después vengarse tirándola en la bolsita? Quizás.
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