¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Empalagados de andalucismo
Hay un método infalible para saber quién gobierna en España. Si vemos al periodista Xabier Fortes formalmente vestido y dirigiendo un programa de referencia en TVE, tendremos la certeza de que es el PSOE quien disfruta del todo gratis de la Moncloa. Por contra, si el ínclito informador aparece en nuestras pantallas, alcachofa en mano y vistiendo un impermeable amarillo, en la ingrata tarea de cubrir para la delegación gallega de TVE una de esas borrascas con nombre de protagonista de culebrón venezolano, eso significa que es el PP el que ha llegado al poder y se ha encargado de mandar al desdichado Fortes a las galeras de la información periférica. Por supuesto, esto ocurre con muchos otros periodistas de distinto signo ideológico (todos lo tienen, pero algunos le sacan más rentabilidad económica que otros). En Andalucía, sin ir más lejos, no es muy difícil intuir quiénes son los informadores-opinadores que han unido su nombre con lazo fuerte al juanmismo, con todos los beneficios y perjuicios que eso puede conllevar. En el periodismo aún se vive esa España galdosiana de los cesantes, en la que la Administración del Estado cambiaba completamente de plantilla administrativa según llegaban al poder los conservadores o los liberales.
Retomemos el hilo. La otra noche, Fortes, que opina más que interroga en sus entrevistas del programa La noche en 24 horas, llamó por dos veces “gañán” al presidente Trump. Y no dudamos de que el adjetivo le calza como un guante al norteamericano, pero nunca le hemos visto al gallego usar una artillería similar al referirse a otros insignes “gañanes” de la política nacional o internacional. Pongamos como ejemplo al ministro de Transportes, Óscar Puente, capaz de llamar “ojete” al The Objetive por el simple hecho de ser crítico con su gestión. Sobre todo, llama la atención que en esta época de lenguaje políticamente correcto se siga usando como insulto una palabra que, en origen, designaba a los mozos de labranza y mula, la población más marginada y pobre de los cortijos y haciendas. Es, no hay duda, una injuria con una raíz clasista, que humilla la memoria de los parias de aquella España de niños yunteros y hembras encallecidas. Quizás tenga razón el hijo de Susan Sontang, David Rieff, y la izquierda ya no representa a la clase obrera, sino a la burguesía biempensante y woke. Rieff acaba de publicar libro sobre esta y otras cuestiones sobre el asalto a la cultura occidental, Deseo y destino. Y ojo al avance contundente de Vox impulsado por los descendientes de los gañanes de la tierra.
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