La ciudad y los días

Carlos Colón

Nuestras noches con Rohmer

NOS encontrábamos con Éric Rohmer en la librería Montparnasse, en las ediciones de Cahiers du Cinema que André Duval traía a Sevilla. Nos lo encontrábamos en los cineclubes: en el Universitario del Pabellón del Uruguay, que estrenó el 16 de mayo de 1970 El signo del León; en el Vida, que presentó un ciclo de cine francés en noviembre del 72; en el Aula de Cine de la Acción Cultural de la Caja de Ahorros San Fernando -¿se acuerda alguien de la gigantesca obra cultural puesta en pie por Manuel Rodríguez Buzón?-, que le dedicó un ciclo monográfico en enero del 75. Nos lo encontrábamos en el Trajano del Arte y Ensayo, que estrenó Mi noche con Maud en octubre del 70; en el cine Azul, que estrenó La marquesa de O en febrero del 77, anunciándola en la prensa a carísima página entera: "Hoy estreno de una película que llega al tiempo que en París y Madrid, en pleno éxito actual. Una obra maestra del cine de hoy. El mejor film de Éric Rohmer".

Era la Sevilla de los 70, en la que funcionaban ocho cineclubes y abrieron sus puertas seis cines de Arte y Ensayo: Trajano, que inauguró esta modalidad con Repulsión el 18 de noviembre de 1967; Andalucía, Avenida, San Vicente, Azul y Bécquer. Hoy el Trajano es un local cerrado que murió sin honra, convertido en un cine porno; el Andalucía, un bingo; el San Vicente, pisos; el Azul y el Bécquer, supermercados. Sólo el Avenida sigue vivo y proyectando en versión original.

Éric Rohmer, compañero de camino durante más de cuarenta años a lo largo de los que tantas serenas y elegantes alegrías nos ha dado, no era un forastero mal acogido en aquella Sevilla en la que, ya fuera por lo de la cultura de la resistencia, por esnobismo o por sincera convicción, había también lugares para el otro cine. Estaba la censura, sí, que precisamente el Arte y Ensayo y los cineclubes intentaban burlar. Pero con censura y todo las películas de Rohmer, de Chabrol, de Truffaut, de Godard y de tantos otros se estrenaban en cineclubes, salas especiales y -también- en salas comerciales. La noche de Antonioni se estrenó en el Imperial (hoy librería Beta de Sierpes), El Evangelio según Mateo de Pasolini en el Pathé (hoy Teatro Quintero), Pierrot el loco de Godard en el San Fernando (hoy almacenes C&A)… Hoy otra censura, la del mercado y la renuncia a la educación, haría imposible que se estrenaran películas como esas en salas comerciales. Como haría imposible el desarrollo a lo largo de 50 años de una obra tan personal, íntima, humana y delicada como la de Éric Rohmer, compañero de tantas tardes y sobre todo tantas noches sevillanas.

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