¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Empalagados de andalucismo
Ha empezado el curso Antonio Muñoz, jefe de la oposición municipal y candidato a volver a ser candidato en las elecciones de 2027, con firmes propósitos. Asegura que a partir de ahora va a subir el tono de sus críticas a la gestión del alcalde y que va a tener actitud más dura. Lo que, en pasiva, viene a significar que, hasta ahora, y ya va cumplido el ecuador del mandato, ni ha habido crítica severa a lo que se hacía y deshacía en la Plaza Nueva, ni dureza en el discurso opositor ni, y eso lo digo yo, presentación a los sevillanos de una alternativa sólida ante una gestión municipal con demasiadas vías de agua abiertas, ninguna de las cuales ha sido aprovechada por los socialistas. De hecho, en esta situación está el origen de muchos de los problemas internos a los que se enfrenta Muñoz en el seno de su organización y el hecho de que a estas alturas no sea el candidato indiscutible para disputarle la Alcaldía a José Luis Sanz.
Que la oposición municipal está bajita de tono y que necesita un revitalizante es algo que se evidencia cada vez que el gobierno municipal se mete en un charco, algo que hace con una frecuencia sorprendente. El último, por si Muñoz necesita sugerencias donde ensayar discursos duros, es el desastre de los toldos de la Avenida. Al final, con meses de retraso, se ha sombreado el recorrido del tranvía, pero no el de los peatones y ni tan siquiera se la logrado que todos los edificios hayan permitido que se pusieran los anclajes para sujetar las velas. El resultado, un fiasco que ha tenido que ser admitido, con la boca chica, por el propio alcalde y que refleja una forma de gobernar en la que los desaciertos ganan por goleada a los logros. También se podría entretener Muñoz con el lío que se ha armado en el Ayuntamiento con la cesión por seis años de la Plaza de España a un promotor privado para que organice una temporada de conciertos que invalida el uso del monumento durante casi dos meses y que ha indignado al resto de los promotores musicales del país, que ven cómo se privatiza por la cara un espacio público.
Ambos frentes los podría abrir la oposición municipal y en ambos podrá lucirse en su nuevo estilo que proclama de contundencia y dureza. Aunque también hay que reconocer que en los dos la hemeroteca les puede jugar una mala pasada. Fue un alcalde socialista, el recordado Alfredo Sánchez Monteseirín, el que dejó la Avenida sin un atisbo se sombra y la condenó a una solanera que no la mejora el desierto de Gobi. El Ayuntamiento actual, por lo menos, ha tratado de poner remedio, aunque la cosa haya terminado fatal. También fue un alcalde socialista, Juan Espadas, secundado por el propio Muñoz, el que propició que la Plaza de España se convirtiera en el recinto en el que un señor se dedica a ganar dinero a espuertas durante un par de meses. Es lo que pasa por tener detrás una historia con sus luces y sus sombras. Pero, aun así, Sevilla necesita una oposición municipal digna de ese nombre. Y nunca es tarde para empezar, aunque a veces lo parezca.
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