Tribuna

Carlos A. Font Gavira

Historiador

Un sevillano en Mindanao

La colonización española de Filipinas fue un proceso largo del que se cumplen ahora 500 años y que tuvo un protagonista nacido en Montellano

Vitrina con varios documentos expuestos del Fondo Sánchez Ibargüen. Archivo General de Andalucía.

Vitrina con varios documentos expuestos del Fondo Sánchez Ibargüen. Archivo General de Andalucía. / C. A. F.

Estamos en plena vorágine de los fastos por la conmemoración de la Primera Vuelta al Mundo (1519-1522). Un viaje trascendental cuyos marineros, cuales argonautas del mundo moderno, se enfrentaron a toda clase de peligros como mares embravecidos, tierras ignotas, islas salvajes… Una de las escalas más peligrosas donde recalaron los expedicionarios fue el archipiélago de las Filipinas (bautizado en principio como de San Lázaro). El jefe de la expedición, Fernando de Magallanes, encontró la muerte en la pequeña isla de Mactán, un 27 de abril de 1521, envuelto en la atomizada política local de reyezuelos y caciques. El apoyo a uno de ellos te enemistaba, automáticamente, con otro. La muerte del capitán portugués no abatió el espíritu de la expedición por alcanzar sus objetivos. Los supervivientes eligieron a Juan Lopes de Carvalho para sucederle en el mando y capitanear la nao Trinidad. Junto a la Victoria y la Concepción prosiguieron el viaje por el enjambre de islas e islotes que constituyen las Filipinas (cerca de 7.000 islas). La nao Concepción, debido a su mal estado, fue pronto sacrificada, y con las dos embarcaciones restantes los expedicionarios alcanzaron el puerto de Quipit, en la isla de Mindanao. Esta isla representaría para los españoles, avanzando los siglos, un desafío logístico permanente.

Estos días se cumple el 500 aniversario de la llegada de los primeros españoles a la isla de Mindanao, una frontera imposible como pronto se demostraría. La colonización española del Archipiélago de las Filipinas fue un proceso largo, discontinuo y heterogéneo. No todas las islas del archipiélago filipino sintieron de igual manera la presencia hispana. Mindanao, la segunda isla más grande de Filipinas, supuso durante tres siglos y medio un desafío a las autoridades españolas en Manila. El carácter de sus habitantes, mayoritariamente musulmanes y reacios a la colaboración con los europeos, hizo que Mindanao viviera un estado de insurrección permanente. La hostilidad de los musulmanes de Mindanao (denominados “moros” por los españoles) fue constante desde el inicio de la llegada de los españoles, en el siglo XVI, y se extendió hasta la expulsión de los mismos en 1898, tras la guerra contra los Estados Unidos. Fueron casi tres siglos y medio de constantes guerras, batallas, escaramuzas, tratados de paz y treguas.

Retrato de José Sánchez Ibargüen (1852-1923) publicada en la prensa de la época. Retrato de José Sánchez Ibargüen (1852-1923) publicada en la prensa de la época.

Retrato de José Sánchez Ibargüen (1852-1923) publicada en la prensa de la época.

Protagonista de esta guerra permanente, en el crepúsculo del imperio español en el Pacífico, fue el sevillano José David Sánchez de Ibargüen y Corbacho (1852-1923), destinado a la isla de Mindanao a finales del siglo XIX. José David Sánchez de Ibargüen y Corbacho nació en Montellano (Sevilla) en 1852 y tuvo una dilatada vida consagrada a la Marina. Tras ocupar diversos cargos como Guardia Marina, Alférez,Teniente de Navío o Comandante, Sánchez Ibargüen fue enviado a Filipinas en 1897 con el encargo de someter a los musulmanes rebeldes de Mindanao, en concreto, los que se congregaban alrededor de la Laguna de Lanao. El desafío era evidente y la campaña se convirtió en una lucha por la supervivencia día a día. La laguna de Lanao tiene una superficie de 350 kilómetros cuadrados siendo el lago más extenso de la isla de Mindanao y el segundo de todo el archipiélago de las Filipinas. También conocida como Laguna de Malanao, se encuentra en el Segundo Distrito en Misamis, rodeada por una exuberante selva ecuatorial. Una flotilla naval, compuesta de cuatro lanchas cañoneras (Lanao, General Blanco, Corcuera y Almonte), fue dotada para patrullar los 46 kilómetros de largo de la laguna. Además el grupo estaba reforzado por cuatro botes cañoneros, tres botes de remos y tres chalanas de apoyo. Una pequeña muestra ha sido expuesta en el Archivo General de Andalucía (AGAN) la cual recoge, en forma de documentos y croquis, las experiencias del marino de Montellano en Filipinas. El fondo Sánchez de Ibargüen y Corbacho constituye uno de los conjuntos documentales más interesantes y ricos de este archivo pues nos muestra una de las páginas más desconocidas del imperio español en el Pacífico, a través de uno de sus protagonistas.

El tipo de guerra desarrollada en la Laguna de Lanao se escapaba de los esquemas tradicionales de la época. No había una autoridad nativa única que controlase un gran territorio. Los dattos (autoridad nativa) tenían bastante autonomía entre ellos mismos y, frecuentemente, sino estaban en guerra permanente con las tropas españolas lo estaban con dattos rivales. El gobierno español pretendió llevar a cabo una política de atracción y establecer algunas rancherías (poblados) pacificadas o, al menos, no hostiles para que no atacasen a las cañoneras españolas de patrulla por la laguna. La población musulmana de Mindanao, en gran parte, se dedicaba a la piratería. La recurrente práctica del pillaje y las razzias hacía crecer la inseguridad en la navegación por aquellos estrechos. Además los piratas de Mindanao disponían en su arsenal de ataque, de un nutrido grupo de armas blancas (kris) así como artillería. Ésta última se nutría, básicamente, de la lantaca que era un pequeño cañón de bastante alcance. Las operaciones militares españolas en la laguna eran regulares y solían seguir un mismo patrón: patrulla naval por las aguas de la laguna a una hora temprana, fuego de fusil y granadas sobre las rancherías indígenas y respuesta de éstos mediante fuego de fusil y lantaca.

Una pequeña muestra ha sido expuesta ahora en el Archivo General de Andalucía (AGAN)

Al comenzar el año 1898 las operaciones militares españolas se recrudecieron en la zona. El 10 de febrero de ese año Sánchez Ibargüen emprendió una de las operaciones más duras por la intensidad del armamento utilizado.  Las rancherías más frecuentemente atacadas por las tropas españolas eran las de Bacayagnan, Malay y Wato. El grado de aislamiento de las tropas españolas en Mindanao era tal que hechos como la destrucción de la flota española en Cavite (1 de mayo de 1898) o la rendición de Manila (13 de agosto de 1898) pasaron desapercibidos. No obstante la actividad militar no cesaba en las aguas de Mindanao e incluso Sánchez Ibargüen se apuntó el tanto de apresar la fragata estadounidense Savannah, con un cargamento de 1.640 toneladas de carbón en aguas de Panay. La situación se tornaba angustiosa pues Sánchez Ibargüen dejó anotado en el Diario de Operaciones la baja moral de la tropa “a causa de adeudárseles nueve meses de sus haberes y tres raciones, cuyo importe aproximado es de cuarenta mil pesos se ha hecho tan evidentemente difícil, que de prolongarse algún tiempo más, no puede esperarse sino la completa desorganización y un desastroso fin”.

Documento y croquis de la laguna de Lanao (Filipinas). Fondo Sánchez Ibargüen.Archivo General de Andalucía. Documento y croquis de la laguna de Lanao (Filipinas). Fondo Sánchez Ibargüen.Archivo General de Andalucía.

Documento y croquis de la laguna de Lanao (Filipinas). Fondo Sánchez Ibargüen.Archivo General de Andalucía. / C. A. F.

Las instrucciones que venían del Gobierno de Mindanao (creado en 1860) no eran nada halagüeñas pues instaba al mando español a la evacuación de la isla y a deshacerse de las unidades navales. Finalmente Sánchez Ibargüen decidió, en acuerdo con sus subordinados, el 5 de diciembre de 1898, aprobar un acta sobre las instrucciones a seguir para la destrucción de la flotilla de la Laguna de Lanao. Se acordó trasladar las lanchas cañoneras a algún lugar con una profundidad superior a veinte metros para hundirlas y que no fueran reaprovechadas por el enemigo. Un final desabrido para una escuadrilla naval que se había caracterizado por su abnegación y por las múltiples penalidades sufridas en un medio ambiente hostil y un enemigo encarnizado. La paz se había firmado con los EEUU pero la guerra proseguía en Mindanao contra los musulmanes filipinos.

Como todos los soldados destinados en Filipinas el Gobierno español los repatrió en cuando pudo. Sánchez Ibargüen llegó a Manila el 23 de enero de 1899 hasta que pudo desembarcar en Cartagena el 3 de abril. Por su méritos de guerra en la laguna de Lanao el gobierno español concedió a Ibargüen la Cruz de 2º clase del Mérito Naval y se retiró a Montellano, su pueblo natal. José David Sánchez Ibargüen murió allí el 9 de noviembre de 1923, el mismo pueblo que le vio nacer setenta años atrás después de cruzar el mundo entero y combatir en la última frontera del Imperio Español.

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