El timo de la Cartuja, la derrota que viene

La recalificación del Canal de la Expo supone alejarnos otra vez de los grandes principios de la Expo’92

El grito razonable de un hostelero sevillano

La tortura del primero de septiembre

El Canal de la Expo.
El Canal de la Expo. / M. G.

02 de septiembre 2025 - 04:00

La mejor Sevilla del siglo XIX, XX y lo que llevamos del XXI se vivió sin lugar a dudas en la Exposición Universal de 1992. La Iberoamericana de 1929 sirvió para extender la ciudad hacia el Sur, entre otros grandes logros, pero tuvimos la desdicha de sufrir una República desastrosa y la posterior Guerra Civil. No hay mejor criterio para gobernar Sevilla que aproximarla al espíritu del 92, el mismo que Cataluña ha laminado a base de corrupción y de un separatismo insaciable. El 92 debe ser la gran referencia, la Cartuja el símbolo, y la demanda de infraestructuras la ambición racional. Llevamos meses asumiendo la recalificación del Canal de la Expo porque no hay manera de captar empresas dedicadas a los denominados “servicios avanzados”, calificación urbanística predominante en un recinto destinado a “acoger actividades basadas fundamentalmente en nuevas tecnologías”, como bien explicó el arquitecto José García-Tapial en una brillante tribuna el pasado 29 de agosto en este periódico. La trayectoria de García-Tapial, por cierto, bien merece una de esas medallas de la ciudad que se otorgan en la anual bulla de condecorados del 30 de mayo. Alguien nos ha mentido con la Cartuja, porque nos contaron que había cola de espera de sociedades interesadas en abrir una sede en el Parque Tecnológico. Tururú. La recalificación del Canal de la Expo para acoger bares y hoteles conlleva adulterar el plan inicial previsto en una Cartuja que ya cuenta con 38 bares y restaurantes. Con la Cartuja se actúa como los diestros que no se quieren enfrentar a un toro bravo: machetean al burel por el pitón izquierdo y por el derecho hasta recortarle las embestidas, modifican el planeamiento urbanístico para vulgarizar los terrenos.

La Sevilla del 92 es derrotada si se apuesta con descaro por el sector terciario en lugar de por los servicios avanzados. Demostraremos otra vez que no sabemos más que abrir bares cuando se trata de emprender. La ciudad pierde cuando se aleja de los principios que iluminaron su período más grande en doscientos años: un modelo de ciudad que se metió en el siglo XXI con ocho años de adelanto y que dejó previsto el parque tecnológico. Desde la noche del castillo de fuegos artificiales lanzado aquel 12 de octubre de 1992 hemos luchado contra la desidia, representada por los jaramagos. El paso de los años demuestra que hay efectos mucho peores. Ríanse de aquel debate sobre la necesidad de darle vida a la Cartuja con bloques de vecinos. La solución es recalificar y abrir bares con veladores. Ya se ve el rótulo: ‘Canal Copas, especialidad en tardeo’. Todo precioso. Y con mucho vino y alegría, muchos barbos en adobo... Y LipaSanz dejando todo de dulce por las mañanas.

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